En 1982, en el transcurso de la Documenta 7 de Kassel, Joseph Beuys (Krefeld, 1921- Düsseldorf, 1986 ) puso en marcha un proyecto que fue mucho más allá de lo que pudo haber imaginado aunque siempre intuyó que sería trascendente y marcaría un hito en la conformación de una necesaria cultura ambiental como así sucedió. Su impacto y mensaje serían un ejemplo para futuras generaciones de artistas del “land art”, para organizaciones ecologistas y defensores de la necesidad de una mayor protección del medio natural, que tomarían como referente aquella obra colectiva y en la que la ciudadanía de Kassel tuvo un activo papel. El proyecto titulado “ 7000 robles- Forestación Urbana en lugar de Administración urbana”, trataba de concienciar a la población. Beuys consideraba que el arte debía involucrarse en los procesos sociales e influir positivamente en su desarrollo y ese pensamiento quedó plasmado en aquella acción que se prolongaría mas allá de la puntualidad de la Documenta de aquel año, construyéndose entre 1982 y 1987.

Para llevar a cabo el sueño, y con la premonición de que se produciría un cambio sustancial en la ciudad que pasaría a estar poblada por una elevada cantidad de esculturas vivientes: los nuevos robles, el artista, ayudado por sus colaboradores y algunos voluntarios comenzó su visionaria aventura con la colocación de 7000 bloques de basalto que fueron ubicados frente al Museo Fridericianum; el contraste se haría evidente y el diálogo entre materias estaba servido. Luego, Beuys iría señalando con cada bloque los lugares de la ciudad en donde se plantarían paulatinamente los 7000 árboles y acuñó la obra como “gran escultura social” convencido de que esa creciente plantación transformaría positivamente los espacios y los volvería mas humanos y habitables. De los robles extrajo su simbología asociada en las culturas europeas, a la fuerza, a la resistencia ante la adversidad, a la longevidad; de honda conexión con la naturaleza, y verdaderas esculturas de crecimiento lento propiciarían un metafórico bosque y construirían una nueva estructura potente y duradera.

Las imágenes que han quedado de la plantación del primer roble en 1982 testifican el inicio de la obra cuyo proceso fue atrayendo a los ciudadanos contagiados del poderoso mensaje y haciéndose cómplices del propósito que hacía visible la relación entre lo que es natural y lo que es artificial; el contraste entre la inanimada presencia de las piedras y la vida creciente de cada roble que se asentaba con seguridad y estabilidad en el espacio elegido fueron la mejor muestra de la visionaria propuesta. En los años siguientes, la consolidación del proyecto propició cambios en la fisonomía de la ciudad situada en el corazón de Alemania y que había sufrido las consecuencias devastadoras de la guerra; en su reconstrucción, la creación de Documenta en la década de los años cincuenta fue clave en la nueva definición de la pequeña urbe que resurgiría de sus cenizas y pasaría a convertirse en verdadero centro neurálgico de exposición y reflexión del arte contemporáneo internacional, y por ende de resiliencia. Obras que aluden a su historia, y al espíritu de supervivencia y regeneración han quedado vinculadas a sus espacios públicos, entre ellas “ Kilómetro de Tierra Vertical, de Walter de María, instalada en Friedrichsplatz ( Documenta 6, 1977) o “ Pico de metal”, de Claes Oldenburg, en las orillas del rio Fulda ( Documenta, 7, 1982).

Con el paso del tiempo, el proyecto de Beuys favoreció la llegada de nuevas interpretaciones en otros lugares del planeta y una de las últimas intervenciones en esa línea fue la llevada a cabo por los artistas británicos Ackroyd & Harvey quienes se encargaron de reinterpretar el mensaje. En 2007 se trasladaron a Kassel, recogieron bellotas, fruto simbólico de los robles originales y los 100 arboles germinados fueron instalados a modo de un eventual bosque, entre los meses de mayo a noviembre de 2021 en la South Terrace de la Tate Modern de Londres. Con el título de “ Beuys´Acorns”, se celebraba el centenario de su nacimiento y a la vez se sacralizaba en los espacios externos del museo, una obra viva, pública y colectiva de tan alto significado y trascendencia.