Relator

"Haciendo agua…"

Los ambiciosos proyectos gubernamentales –al comienzo de un cuatrenio presidencial— se presentan con un horizonte deseado y quizás factible: transformar al país económico, político, jurídico, cultural…

O bien, hacer progresar la nación, allí donde se requiere: obras de infraestructura; cambios institucionales (la salud, por ejemplo, el empleo, los servicios públicos…); modificación de leyes y normas; busca de justicia y equidad, dígase la tenencia y explotación de la tierra; reforma del sistema de justicia y penitenciario; defensa ecológica del territorio y por extensión del planeta; la violencia y la guerra, pero la paz total como alternativa; la problemática de producción de estupefacientes y los grupos armados…

La pesada nave del gobierno se desliza por los aires con el viento a su favor (en sus primeros meses...) en un tiempo sin brújula conocida de la geopolítica nacional e internacional.

Se desliza --lo que no quiere decir que avance o progrese--, para llegar a buenos puertos (los puertos de cemento producirían saudade, afirmaba el gran poeta portugués Pessoa), y su desplazamiento se mediría en tangibles obras realizadas y consolidadas, más allá del punto cero nietzscheano.

Pero, en los mismos aires de los tiempos de todo encorsetado cuatrenio presidencial, se presentarían tempestades o tormentas (in)esperadas. Y también, motines y sublevaciones de quienes llevan los controles de la nave.

Puede y suele ocurrir que la misma embarcación gubernamental tenga problemas inéditos, inesperados y aún improbables de fabricación (los materiales, se sugiere, se fatigan, el hierro y el acero). o se van presentando averías varias, fruto de un mal mantenimiento: la dialéctica relación quizás inalcanzable entre saber gobernar y poder administrar.

Adviene --de manera inevitable-- que, sobre cubierta, dineros y alimentos escasean. O se presente una epidemia como el cólera, y de allí, a la cólera colectiva --y cuestionamientos en el direccionamiento de la nave-- solo hay un paso o legua marina.

La embarcación, entonces, por estas o similares razones, << hace agua >>.

Todo lo prefigurado, pensado desde años atrás, viajado y recorrido --aquellas millas náuticas ideológicas-- presentarían debilidad teórica y práctica. La nave cruje por todos lados, y un fracaso intolerable pasa por las mentes de los administradores, en especial, de su capitán.

La embarcación que << hace agua >> estaría a punto de zozobrar, perderse, irse a pique --como ocurriera al grandísimo y riquísimo galeote San José, en cercanías de la ciudad amurallada y misteriosa de Cartagena de Indias,

Y los pasajeros - habitantes de la nao, en peligro de naufragar y ser arrojados con violencia --por la misma fuerza de los vientos políticos que mecen y estremecen la nave en su deslizamiento sonoro pero sórdido-- a profundidades abisales.

La tripulación toda se estremece y sacude, actúa para salvar con generosidad y sin excepciones los pasajeros - ciudadanos que viajan a bordo de la nao ‘Colombia’: si bien nadie acude del exterior para apoyar sus esfuerzos (la mar está a su vez convulsionada), logran acomodarse in extremis en las barcazas auxiliares, mientras la nave declina y comienza su hundimiento imaginario, más que real.

A la vista, islas esperanzadoras pero solitarias: se sobrevivirá y se tendrá tal vez un nuevo futuro.

Solo su capitán, fiel a sus juramentos y símbolos se aprestaría a permanecer hasta último momento sobre cubierta, y de ser necesario, perecer junto a la mal conducida y fracasada nave del gobierno. Se sacrificaría pero sería recordado por su magnanimidad y gestos humanos y patrios.