“La fiesta del Chivo” es una novela exquisita que retrató el aspecto más oscuro del poder. Cómo una persona al ostentar el poder realiza acciones desmedidas hasta tal punto de convertirse en un demonio, en un monstruo, capaz de las más infames barbaries.
En esta novela, Mario Vargas Llosa presenta al dictador de la República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo, como una combinación entre la burocracia autoritaria y la aberración salvaje.
Las dictaduras en todas partes del mundo, sean de izquierda o de derecha, han conculcado los derechos esenciales de los seres humanos, llegando a tal extremo que controlan la conciencia de los pueblos tiranizados, los cuales actúan la mayoría de las veces como autómatas y por inercia ante el peso de la opresión psicológica o de la voluntad impuesta a través de sangre y coerción.
La novela recoge el momento histórico de la postrimería de la tiranía trujillista. Los últimos días del “Jefe”, los horrendos crímenes del final de la era: como el de las hermanas Mirabal, los funestos personajes, muchos de ellos con sus nombres reales y credenciales, las causas que motivaron la conjura, el tiranicidio y la suerte de cada uno de los conjurados, las actitudes de los miembros de la familia Trujillo, las posturas del presidente Joaquín Balaguer en las diferentes circunstancias y el fenómeno de la transición de la dictadura a la democracia.
Todos estos episodios paralelamente con la historia de Urania Cabral, una joven que partió de la República Dominicana, cuando tenía apenas 14 años de edad, dos semanas antes del ajusticiamiento del dictador. Ella se hizo abogada en New York y regresó 35 años después, con la edad de 49 años, a visitar a su padre enfermo, quien había sido uno de los más distinguidos ministros trujillista, caído en desgracia en los últimos tiempos del régimen.
Cada hombre es muchas personas a la vez, todo depende del momento y la circunstancia en qué se desenvuelva. El autor estableció en la obra las múltiples personalidades que se pueden encontrar en todo ser humano, pero sobre todo en aquellos que detentan el poder absoluto: desde el padre amoroso con sus hijos hasta el más despiadado sanguinario con sus enemigos. Siempre llegando a los extremos, hasta con las pasiones sexuales más sádicas.
Trujillo no fue la excepción. En su casa de caoba de San Cristóbal pasaban múltiples damas de nuestra sociedad. “La mayor parte de los dictadores, por efecto del machismo, han tenido un prontuario social muy amplio. No sólo era la búsqueda del placer, sino en la afirmación de la virilidad. Coleccionar mujeres era una manera de afirmar su poder, y de mantener el mito”.
Lo que más sorprendió a Mario Vargas Llosa era cómo Trujillo humillaba a sus más cercanos colaboradores, haciéndoles los desprecios más inverosímiles, sólo para que entendieran que quien mandaba hasta en su vida personal era él y la forma en que estos aceptaban tales vejámenes por mantener un cargo.
A través de una columna del periódico el Caribe llamada “el Foro Público “, el mismo Trujillo iba escogiendo a quien poner en desgracia con una denuncia pública; de lo que se dijera allí dependía su destino. “La dictadura no solo es la violencia que se ejerce contra una población inerme, no es tampoco la mentira, es, sobre todo, la corrupción generalizada donde es imposible mantener una dignidad, una honra personal, porque uno está obligado a entrar en los mecanismo de la impostura”.
Ante tanta sumisión, se encuentran gestos de valentía de algunos personajes como la esposa de Pedro Henríquez Ureña, a quien Trujillo fue a visitar mientras él se encontraba en su trabajo, a la sazón superintendente de Educación. “Ella tuvo el valor de mandarle a decir que no recibía visitas cuando su marido no estaba en casa… Cuando ella le contó eso, don Pedro renunció, partió y no volvió a poner los pies en esta isla”. (Páginas 67-68).
El resentimiento se fue apoderando de algunos de sus más cercanos colaboradores por los excesos de poder y la manera como les manejaba: como “títeres a su servicio”, para luego convertirlos en “trapos sucios”. Los horrendos crímenes que se estaban cometiendo fueron indudablemente las principales causas motoras del ajusticiamiento de Trujillo. La gente de su círculo al sentirse tocada en sus más sensibles lazos de familiaridad, tomó la decisión de terminar con la dictadura, ya que las aberraciones del tirano estaban llegando a sus hermanos, sus hijos y sus esposas.
Un episodio del libro es en el que Vargas Llosa relata una supuesta conversación entre Trujillo y Balaguer, donde aprovecha para definir características propias de este último. Trujillo monologaba cómo si Balaguer estuviera presente: “Abbes García no le ha descubierto una querida, una novia, una cana al aire. De tal manera que la cama no le interesa. Tampoco el dinero: apenas tiene ahorros, salvo la casa donde vive, carece de propiedades, de acciones, de inversiones. No ha estado metido en intrigas y guerras feroces en que se desangran mis colaboradores, aunque todos intriguen en su contra. Usted no bebe, no fuma, no corre tras las faldas, el dinero, ni el poder”. (Pág. 289).
Definitivamente, esta novela tiene un gran apego a la realidad de la República Dominicana durante el momento histórico del tiranicidio.