Del sur xeneixe

La bombonera y mi niñez

En la nota anterior, señalé que vivía en el barrio marinero de la ciudad, situado en su límite sur, en cuyo seno una pujante población de inmigrantes mayoritariamente oriunda de la Liguria dio forma durante más de un siglo a un verdadero “paese” de identidad propia.

También puntualice que dentro de un inmueble de noble apariencia asentado exactamente frente al coloso futbolístico. , convivían dos módulos arquitectónicos que respondían a status económicos diferenciados.

Quienes ocupaban las primeras cuatro unidades del mismo, disfrutaban de particulares comodidades habitacionales en tres ambientes confortables de material y servicios individuales, mientras los que habitaban los fondos del complejo, levantado sobre una estructura precaria de madera y chapas, constituíamos una peculiar mezcla de pobladores de bajos recursos y orígenes que carecían de servicios individuales básicos.

En rigor, en el barrio existían varios inmuebles que respondían a estas características y modulo constructivo, y su aparición obedecía a las mismas razones que exprese anteriormente (el desordenado proceso de urbanización producido después de la primera guerra mundial).

Los mismos habían sufrido la misma transformación que el nuestro, pero ninguno de ellos tenía la particularidad del que habitábamos nosotros, que estaba situado frente a uno de los estados de futbol más celebres del mundo; la Bombonera boquense.

El citado coloso había sido construido durante la década de los años 30 e inaugurado oficialmente el día 25 de mayo del año 1940.

El terreno que le sirvió de sustento material había sido adquirido en el año 1931 y contaba con más de 21000 m2 de extensión, pero aún con esa amplitud, la construcción dele estadio no estaba exento de las dificultades que le planteaba el entorno.

En efecto, estando ya urbanizada por ese entonces una de las alas del baldío, las características de las viviendas circunvecinas, plantearían complejos problemas técnicos de construcción a quienes se decidieran encarar el proyecto arquitectónico.

Por fortuna, un estudio compuesto por tres brillantes profesionales que giraban comercialmente bajo la denominación de Estudio de Ingenieros y Arquitecto Delpini. Sulcic y Bes, al año siguiente (1932) encontró la solución técnica más convincente y por esa razón le fue asignada la realización de la monumental obra, que se llevó a cabo utilizando como material principal una mezcla de cemento, hierro y piedra.

Una curiosa circunstancia intervino en la elección del diseño elegido.

En tanto el proyectista de la obra se encontraba sumido en el proceso de búsqueda del formato que le diera identidad propia a la figura del coloso, llegó a sus manos una peculiar caja de bombones que constaba de varios pisos de confituras, y al cabo de los días despertó en él. la idea inspiradora de la tan ansiada figura. .

La mencionada caja cobró en el tablero de dibujo la forma arquitectónica buscada, compuesta de tres bandejas curvas escalonadas y un ala plana, que conformaron la planta definitiva que se inauguró oficialmente, sin haberse completado, en el mes de mayo del año 1940.

Entre los años 1941 y 1951 se terminaron de agregar las tribunas altas, ( segunda y tercera bandejas), a las que poco después, en el año 1952 se adosó el sistema de iluminación artificial que permitiría jugar partidos nocturnos.

¡Esa es la Bombonera que conocí!

Más de 45 años más tarde, un aspirante político perteneciente a una familia poderosa, llegó a la presidencia de la institución y el proyecto arquitectónico original fue mutilado…reconfigurando la imagen histórica del estadio mundialmente conocida… pero esta es ya otra historia que escapa al interés de estas Memorias.

El hecho de vivir exactamente enfrente de la Bombonera no dejó de tener sus inconvenientes, pero también nos concedió algunos privilegios.

El club, nacido en el mes de abril del año 1905, era ya conocido en el ámbito del futbol mundial por la histórica gira que realizó entre los meses de febrero y julio del año 1925 por el viejo mundo, donde disputó 19 partidos ganando 15 de ellos, y siendo el primer equipo sudamericano en cumplir semejante raid.

También por haber nacido en esa oportunidad el famoso “jugador n° 12”, que no era otro que un ciudadano boquense llamado Victoriano “Toto “ Caffarena, miembro de una familia acomodada del barrio, que empeño algunos bienes personales para acompañar al equipo y cumplir, al mismo tiempo, el papel de hincha y asistente multiuso en aquel periplo.

Pero a pesar de esos lauros y el creciente reconocimiento internacional que acarreaban los triunfos deportivos obtenidos en el futbol, en los años de mi infancia, los años 50, la vida cotidiana de la institución era propia de “un club de barrio” que no trascendía la “frontera” de su localidad.

Los principales beneficiarios de esa situación éramos los vecinos pobres más inmediatos a sus instalaciones, de ahí que guardara un agradecido recuerdo a sus autoridades ;” éramos chicos pobres que vivíamos, en un sentido muy particular, como chicos ricos”, pues teníamos acceso a sus instalaciones diariamente, utilizábamos su predio, consultábamos su biblioteca, concurríamos a su sede de la Avenida Almirante Brown al 900 donde a veces veíamos cine, y practicábamos futbol, basket ball y pelota paleta entre otros juegos hasta que se hacía la tarde-noche.

Para dar cuenta de la intimidad que manteníamos con el club durante aquellos años, y del amateurismo que presidia su comportamiento institucional, voy a citar tres episodios muy ilustrativos de esa afirmación..

El primero de ellos revela la confianza que reinaba dentro de la pequeña comunidad boquense; medianera por medio con nuestra casa, vivía una rica familia propietaria de una fábrica de ropa de trabajo ubicada en las cercanías del puente transbordador, símbolo clásico del barrio, cuyo hijo varón que cursaba una carrera universitaria en la UBA, durante algunos años de aquella década, practicaba esgrima en horario nocturno en el salón de la institución, razón por la cual al finalizar su práctica, cerraba las instalaciones del club llevando las llaves consigo y el intendente, cuando eso ocurría, cruzaba en la mañana siguiente la vereda del club y retiraba las mismas de la casa familiar.

Otra muestra del aserto anterior estaba relacionada con el futbol profesional.

Cuando los jugadores que conformaban el plantel de primera división, llegaban durante la semana a los entrenamientos, regularmente entre las 9,30 y las 10 horas, la banda de gorriones que éramos entonces, al divisarlos a la distancia, pues llegaban caminando hasta el estadio, corríamos a su encuentro y acompañábamos sus ingresos a los vestuarios en medio de alguna charla informal; solían llegar en transportes públicos y se retiraban después del mediodía por los mismos medios.

Según fuera la dirección que tomaban en su andar, nuestra compañía llegaba hasta la salida del estadio que conducía a la avenida principal del barrio, o se extendía a lo largo de los 200 metros que separaban la vereda del mismo de su límite sur, marcado por la calle Brandsen.

Finalmente, para no abrumar al lector (suponiendo que me acompañare todavía en esta narración) traeré a la memoria las figuras familiares de las dos lavanderas oficiales (madre e hija) que semanalmente, a mano, devolvían sobre una tabla der madera valiéndose solo de agua y jabón, la blancura de los equipos que lucirían ocasionalmente los profesionales integrantes del plantel.

Eran señoras mayores, altas y espigadas, de rostro siempre adusto.

Nunca conocí sus nombres; aunque conservo la memoria visual de sus recorridos, que siempre comprendían la distancia que separaba su domicilio, ubicado a media cuadra del señero templo deportivo y el vestuario de la institución.

Las recuerdo casi siempre malhumoradas, sorteando pasos frente a nuestros picados infantiles, cargadas de mudas y reiterando sus pedidos para que detuviéramos el juego y le facilitáramos su llegada al estadio.

Década maravillosa aquella…en la que junto a mis compañeros y vecinos, teniendo como epicentro de nuestra existencia cotidiana la mítica “Bombonera” boquense, ¡fuimos tan ricos como nunca después lo volvimos a ser!