Sencillamente irresistibles

¡Cuánto trabajo señorías!

Es un espectáculo dantesco de puro bochornoso. 

Sus señorías están a pleno rendimiento, igual que un bullicioso hormiguero de hormigas rojas y gordas.

¡Cuánto trabajan! Sentados en sus escaños esperan a oír su nombre para decir sí o no como Cristo nos enseña, o mejor dicho como el Partido nos manda. 

Y después de semejante hazaña, a las 11 y 30 de la mañana mañanita se van a descansar a su casa, o a su hotel o donde sea que les pagamos, porque estamos “algo sonados”, porque dejamos que nos tomen el pelo de mala manera, porque hemos dado categoría de trabajo a sus reyertas, discusiones de patio de vecindad, pataletas, repeticiones insoportables como la de “la máquina del fango”. 

Son tan pobres de mente que en cuanto el amado líder les implanta una consigna, hagan lo que hagan y digan lo que digan, y sea cual sea la pregunta que les formula el contrario o la interpelación que les haga, o lo que sea, la vomitan unas cuantas veces y salga el sol por Antequera y de ahí no me sacas (ya se sabe, el lodo, el fango, las arenas movedizas atrapan mucho y ellos están “pillados” hasta el cuello).

Mientras sus sueldos sean cuantiosos, mientras cobren mucho más que la media de los españoles no pelearán por ellos, por sus intereses, sino por mantener los propios, su escaño, sus prebendas, su desvergüenza laboral (entro cuando me parece y salgo cuando me da la gana y aquí se tratan nada más los temas que los amados líderes tengan a bien para mantenerse también ellos, y se acabó)

Y a las 11 y 30 sus señorías, tras haber logrado sus propósitos de Amnistía en este caso, para la convivencia pacífica de todos (ni mucho menos para que Sánchez se mantenga en el poder), y antes de abandonar el hemiciclo, los ganadores, como si se tratara de un jueguecito graciosísimo, palmotean y se besan y se saludan gloriosos con interminables abrazos de felicitación. 

Acaban de llevar a cabo una proeza y deben estar agotados, tanto como Camilla Parker Bowles, la mujer del príncipe Carlos de Inglaterra, que después de unos días de ejercer como “sustituta” acabó rendida y con la cabeza perjudicada, quizás de llevar tantos sombreros imposibles.

Pero si, les pagamos sus cuantiosos sueldos para que se les ocurran propuestas tan interesantes como las de “a la mierda” de Doña Yoli Díaz a Feijoo cuando en el Congreso pensó que los micros estaban cerrados. 

Por cierto, a pesar de estar ocupadísima en tales menesteres de enviar a los demás a esos lugares que sin duda ella conoce y que tal vez habitó en algún momento, la vicepresidenta Segunda del Gobierno de España, comunista a tope  y Ministra de Trabajo, acudió al concierto de la norteamericana Taylor Swift con su niñita Carmela y varios miembros del equipo de seguridad para cuidarlas. 

Llevaba (casi seguro que de segunda mano y vamos a reírnos un poco) una camisa top de lentejuelas, un pantalón blanco acampanado y zapatillas de deporte. O sea, estaba hecha un cromo.

Les pagamos para lograr ideas inteligentísimas que influyen muchísimo en la salud mental y en el bienestar de los ciudadanos, como por ejemplo la de evitar que se ilumine el Manzanares propuesta por el alcalde Almeida de instalar alumbrado ornamental con el objetivo de destacar la arquitectura y el patrimonio verde del cauce del río y permitir que sea más atractivo y seguro este entorno de la ciudad, porque según Rita Maestre que debe ser  “pajaróloga”, o sea especialista profunda en vida y costumbres de  aves, “Si se encienden las bombillas no pueden descansar las aves por la noche”. 

Les pagamos, esos sueldos cuantiosos que perciben, para que “reflexionen” por amor (pero siempre cobrando), al menos cinco días, en los que “bulos y mentiras” raspan el alma enamoradísima del presidente.

“Vivir así, es morir de amor” que diría Camilo Sesto.

Vivir así, es comprender que aquí, o eres futbolista, o eres político, o no sales de pobre.

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