Disquisiciones

Circo político

Hace pocas horas unos hechos bochornosos en una de las cámaras legislativas de Colombia, reflejaron la civilización del espectáculo propio de la dirigencia política que enloda el ejercicio democrático, y especialmente el análisis del pensamiento.    

Nos deja un sabor nostálgico de que todo tiempo pasado fue mejor, cuando los debates eran de ideas, no de escenas y malabares propias de los circos, a donde llegaron varios especímenes para hacer valer la  representación del pueblo. Y la tienen, pero no con esas actitudes que manifestaron, que riñen con el decoro tan extraño a la investidura que realmente ostentan.       

Ahora, se espera que pronto retorne la calma, y después de los malabares propios de un evento circense, se dirá con Kipling que "Esto ya es historia". Pero deja mucho que pensar que en un recinto respetuoso –como debería serlo-, luego de una votación de un tema trascendental para la comunidad, algunos hagan gala de que son duchos en devolver insultos; o tener la presencia de un político cuestionado recién llegado de un centro penitenciario, de donde salió no por absolución, sino por vencimiento de términos y maniobras dilatorias de su defensa, para hacer valer con su voto negativo lo que deberían ser las reivindicaciones de un pueblo. 

Esos "Padres de la patria", resultan más reconocidos por sus talentos histriónicos, cuando antes los "Tribunos populares" expresaban las concepciones políticas en verdaderos debates donde hacía gala la  palabra en un vocabulario propio del pensamiento político. Los conceptos eran claros, precisos, irrefutables, inequívocos, y la prosa, de un giro impecable dentro de un estilo ajeno a toda afectación, grosería o pedantería. 

Lástima que en ese lugar, salvo contadas excepciones, no se refleje el campo de la inteligencia, y demuestren en cambio lo grotesco propio de su solar nativo. La oposición es válida, sana, coherente, pero debe estudiar los problemas nacionales y responder a las conquistas suprimidas al electorado, que constituyen las necesidades que reclama la comunidad. 

El ejercicio del ejemplo y del respeto debería hacer parte de la impronta de las ideas políticas en la vida ciudadana. Lo contrario sería volver a una descalificación por posturas partidistas y militancias, donde la división es clara entre "bárbaros" y "cafres". Aquel escenario, pareció un lugar al calor de las copas, donde unos y otros se alzaban la voz, y la ruptura de la sensatez fue superada por un bochornoso espectáculo para la memoria colectiva. 

Se pueden tener diferencias profundas, pero los juicios sobre los hombres y en el ejercicio de la política, deben hacerse con respeto. Hace unas décadas cuando realmente la palabra brillaba en el denominado faro de la democracia, algún egregio caballero decía "En eso, sí estoy de acuerdo", y el aludido e irreverente político respondía "Entonces es que usted no me ha entendido". Así se sometía al escalpelo de la crítica y a la ácida prueba de sus diagnósticos.

Dios no quiere volver locos a los hombres, pero es el mérito y dignidad política lo que se debe recuperar.

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