Prisma Internacional

La batalla perdida de Trump contra China

La guerra de los aranceles de Trump es una batalla quimérica, perdida de antemano, y los Estados Unidos no podrán tapar el sol con un dedo, es decir, impedir la hegemonía económica de Asia en el mundo. 

Pese a las pataletas, rabietas, imposición de sanciones y después retirada de las mismas, en un gesto de clara debilidad y falta de criterio, el presidente norteamericano Donald Trump solamente está mostrando ante el mundo que ha perdido su batalla política y económica frente a una China que ya es, por mucho que no lo quieran admitir algunos, la potencia hegemónica global. Si a eso añadimos el empuje de otras naciones asiáticas, como India, Corea del Sur, Japón, Tailandia, Taiwán e Indonesia, el potencial de Asia es brutal, rotundo y contundente, derrotando en la escena internacional, en términos económicos, a otros continentes, como África y Asia.

“Estados Unidos ha despertado tarde de la pérdida económica que ha sufrido respecto a China desde 2010. China ha estado construyendo rutas comerciales con Europa y Estados Unidos no ha visto lo que estaba ocurriendo. Y ahora Trump está utilizando instrumentos ineficaces dañinos (los aranceles) que encima perjudican a sus aliados”, asegura la analista para Asia de la firma Natixis, Alicia García. Aparte de esas redes. China ha intensificado sus relaciones con muchos países africanos, latinoamericanos y asiáticos que Estados Unidos abandonó hace tiempo, como le ha ocurrido con Venezuela, Nicaragua, Panamá, Honduras, El Salvador, Cuba, Brasil, Colombia y Chile, por poner algunos ejemplos, donde la actividad comercial del gigante asiático se ha incrementado notablemente en los últimos años. 

En Estados Unidos existe angustia y temor a que esa carrera con la gran potencia asiática se pierda y esa sensación, que no es irreal, es la que ha llevado a Trump a su errática batalla arancelaria, que no tendrá éxito, y a una frenética actividad que consiste en dar palos de ciego en una sala a oscuras sin saber realmente a quien quiere dañar. Para la ya citada Alicia García, la superioridad china ya es aplastante. China está a años luz de los Estados Unidos en Inteligencia Artificial (IA) y semiconductores. “Está mucho más cerca de la hegemonía global de lo que la gente cree”, asegura esta experta.

Y es que la IA va a generar cuatro veces más impacto en el PIB per cápita de lo que lo hizo la Revolución Industrial, según el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, tal como lo aseguró en un reciente foro económico. A ese liderazgo de China en la IA, se le viene a unir el de Taiwán en el campo de las nuevas tecnologías, ya que este país es vital en el mundo por su fuerte presencia en la industria de semiconductores, siendo el líder global sin discusión en la producción de chips. Esta posición otorga a este pequeño país una gran influencia en las cadenas globales de suministro de tecnología y le convierte en un socio clave para los intereses económicos de Estados Unidos y otros países, incluyendo la mayor parte de los europeos. 

Si hace apenas un par de décadas los centros determinantes por los que discurre la economía global estaban en Europa y los Estados Unidos, ahora las cosas han cambiado y las grandes capitales asiáticas son las que lideran el mundo mundial, que hubiera dicho Felipe González. Más le valdrá a Estados Unidos apostar por nuevas estrategias, incluidas alianzas con las grandes economías asiáticas, que embarcarse en batallas estériles de aranceles que solamente redundarán negativamente en sus ciudadanos, que tendrán que pagar más por los productos importados de los países de Asia, incluyendo claro está a China, y sufrirán a la larga una alta inflación. Ya es un hecho que Asia representa el 48,/% de la economía mundial y lidera el crecimiento económico a nivel global, que se espera en torno al 4,5% para este año, el doble del esperado para casi la mayoría de los países del mundo. El juego quijotesco de Trump, empeñado en batirse contra los molinos de viento de Asia, concluirá como en la novela de Cervantes con una sonora derrota, reforzando la idea que, al igual que Don Quijote, está loco y no distingue entre la realidad y su propia fantasía.