Quedaos en el arcén, que así lo ordena la Ley. —Consideraciones
Se anuncia, con las trompetas reglamentarias de la DGT, el mal presagio de la ineludible imposición de la baliza V-16. Es una novedad que, bajo la disculpa de la seguridad vial quieren obligar a adquirir y utilizarla, como si hablásemos de un nuevo sacramento que está predestinado a salvarnos la vida a todos los ciudadanos de una casi segura implosión.
Administrado por el eterno parlanchín Pere Navarro, este acérrimo portavoz de la insensatez hace lo mismo que con los radares de velocidad con los que anuncia en cientos de paneles repartidos por todas las carreteras la leyenda: ¡por su seguridad! — ¿por mi seguridad?, sí, si por los cojones, tal que diría un buen riojano—. Esta medida la han orquestado ellos solos, abrazados a los venturosos colegas de coalición que apoyan todo decididamente y sin saber siquiera en dónde está el volante del coche. La DGT busca otra justificación para recaudar, quiere hipnotizar de nuevo a este pueblo que permanece dormido y lo harán retorciendo hasta la seguridad jurídica y la interdicción de la arbitrariedad, amañando si es menester, con publicidad y varios millones de euros, cualquier norma. Este es el ejemplo más claro de cómo una disposición se convierte en un instrumento de recaudación en lugar de proteger, y así veremos como la garantía legal se transmutará en seguridad lumínica y la prohibición por circular sin pagar por un reflector y la interconexión, la transformarán en derecho.
Esta nueva ocurrencia podemos interpretarla como un sarcasmo jurídico. La baliza parece un negocio disfrazado de obligación pública, porque la premisa de que un artefacto luminoso garantizará nuestra seguridad es absurda. Sin duda olvidan que antes de una curva la luz no es visible. El accidente mortal será tan cotidiano como rezar el rosario en un convento. Omiten también que una lucecita en el ocaso o el amanecer y teniendo la luz del sol brillando en el horizonte, no deja ver absolutamente nada; ni que decir tiene que ese riesgo de accidente también estará presente en un cambio de rasante o detrás de un vehículo de gran altura ¡el peligro está servido!
Esta ocurrencia carece de toda eficacia, porque ni es racional, ni garantiza la seguridad de las personas. Es una especie de caricatura grotesca que supone una indiscutible aventura para todos los usuarios de la vía. Y no engañaré a nadie si digo que los Parques móviles oficiales están llenos de vehículos accidentados que utilizaban luces de emergencia mucho más visibles y que fueron siniestrados en accidentes de colisión por alcance ¡nunca vieron sus luces!
Debemos recordar que el derecho administrativo enseña que toda obligación impuesta al ciudadano debe responder siempre a un interés general y no a un interés mercantil, sin embargo, aquí el interés general parece confundirse con la ganancia de unos pocos que han encontrado en la DGT al mejor socio comercial. El principio de igualdad se convierte en coincidencia de todos ante una caja registradora que solamente acumula billetes y en donde, tanto ricos como pobres deberán adquirir la misma baliza absurda. Para unos será un gasto ridículo y para otros un completo quebranto. Al final, el Estado, ese ente voraz que se nutre de la ignorancia de todos, sigue dilapidando millones de euros en minutos como quien habla de granos de arena. Estamos ante una cifra mil millonaria que han encontrado en esta invención.
La baliza V-16 es el nuevo dogma de la DGT, un producto sin fe y esa débil luz que emite es como su director, de alguien que no ilumina y que convierte el derecho en simple caricatura y la seguridad en un sarcasmo jurídico. Pere Navarro sonríe como si fuese un jurisconsulto satisfecho, es quien ha logrado transformar una vez más la lex en negocio y el principio de legalidad en un simple principio de rentabilidad. La DGT, ese laberinto de ocurrencias, perfectos generadores de problemas, nos recuerdan en estos tiempos de lo absurdo que el verdadero peligro no reside en la carretera, sino en la ceguera y el capricho de unos pocos.
Los triángulos no fueron mala cosa y han cumplido bien su función. Pero la baliza V-16 —sin conexión wifi ni bluetooth, pero con localizador— sirve tanto para la seguridad del tráfico como una lata de anchoas de Santoña sobre el capó del vehículo. No sirve absolutamente de nada, solamente para exprimir el bolsillo del usuario y hurtarle su información más privada.
Propongo, por tanto, un pequeño consejo: en caso de accidente, enciendan los cuatro intermitentes, coloquen la baliza lo más rápido posible —no sea que algún impertinente les multe por no cumplir una norma ridícula— e inmediatamente salgan corriendo, corran y aléjense cuanto antes, asegúrense de estar lo más lejos posible. A continuación, santígüense y confíen en Dios.