Mi pasión

El Toro de Lidia en sus querencias

Desde que el toro salta al ruedo y rompe plaza, pone en juego el instinto defensivo buscando su libertad. Al no hallar resquicio por donde fugarse, se alza en una fuerte tensión que le durará mientras se encuentre en el ruedo. Alterado, violento, rastrea, otea, corretea buscando un hueco para huir y librarse de tanta cosa extraña que le enajena. En este estado de excitación, le aparecen de inmediato diversas reacciones que le impulsará su comportamiento durante toda su lidia, algunos saltan al callejón o se emplazan, otros se oponen a todo, demostrando con ello sus tendencias y no querer pelea.

La bravura del toro es una forma aguda de su defensa, desarrollándola más en situaciones extremas. En el tercio de varas pudiera ser donde más lo exteriorice, dado que, al sentirse herido, potencie su agresividad. Unos se crecen, otros se resienten, y otros se niegan al castigo…, dentro de estos pocos casos, intentaré explicarlo lo más fácil posible sobre algunas teorías de las querencias que pueda manifestarse un toro bravo y poderoso, del menos bravo y flojo, o del que se niega a toda lucha por manso.

Para distinguir el origen de una querencia, es importantísimo vigilar al toro mientras se encuentre en la plaza, desde que sale el toro del toril hasta ser liquidado por su matador, quién será el más interesado en estudiarle todas las reacciones que desarrolle, tratando de corregirlo cuanto antes con los engaños, despistarlo o desorientarlo en el ruedo, cambiándolo de terrenos.

Se corre un inminente peligro, el no percibir al momento de cómo van apareciendo los defectos de la res. El animal equivoca su conducta sin transferirla, incluso muy cambiante de actitud, acarreando al torero una enorme confusión. ¿Cuántas cogidas y cuántas faenas malogradas tuvieron solo una razón, no entender al toro?, muchas de ellas por falta de oficio, o creerse tener vencido las dificultades aparentes. El torero que no las haya observado, toreará a ciegas.

Cierto es que, durante el transcurso de la lidia, al toro se le puede apreciar algunas tendencias prefiriendo determinados sitios en el ruedo cuando es sometido, unos andan errantes sin declinarse por ninguna parte, otros abantos y sin fijeza, y otros buscan querencias ocasionales en lugares donde huelen la sangre de los toros estoqueados con anterioridad. Pero sin lugar a duda, la más frecuente es refugiarse en tablas próximo a chiqueros, llamada querencia natural. Los toros nunca olvidan por donde salieron a la plaza.

El diestro deberá destruirle la querencia que tome, haciéndole ingrata su estancia en ella, para que no apoderarse de un terreno. Es indispensable estudiarle el comportamiento que manifieste, para darle el toreo que convenga, si es alegre, nervioso o descarado, si es pronto, como toma los engaños, si humilla, dobla, repite, huye, brusco o suave en los embroques, con el caballo de picar como mete la cabeza, si aguanta el puyazo, empujando apoyado en las patas traseras, procediendo a sacarlo de la suerte cuando crean oportuno. 

Con estos detalles tenemos examinado y calificado prácticamente al toro que, en el caso que apareciera una anomalía no prevista, sobre todo en el último tercio, tratará el torero de impedírsela e intentar subsanarla. Si una res en su lidia se aquerencia en tablas, hay que tener especial cuidado los terrenos que se torea, porque si el diestro se interpone entre el toro y la barrera, lo más seguro que sea cogido, por haberse metido en el terreno de su amparo. En cambio, si el torero le cede los terrenos de adentro, toreará más a gusto, sin dejar de existir peligro por un cambio repentino del animal, el lidiador deberá percatarse inmediatamente de la acción que desarrolle. También puede ocurrir, no poderle sacar lo deseado porque a veces el toro está cerca de su querencia, encontrándose protegido en ella.

Cuando un matador vaya a estoquear a una res aquerenciada en tablas, pretendiendo que el animal haga por él, se colocará de espaldas a la barrera arrancándose de dentro a fuera, el toro por sí mismo se matará. Esta suerte es para matadores de mucha seguridad, los que llegan fuertemente a la cara del toro sin salirse de la trayectoria. Por eso es muy necesario conocer las querencias desde un principio, para valerse de ellas, buscando el lugar idóneo para lidiarlo y matarlo a espada. Hay que tener en cuenta que, cuando se torea a contraquerencia, el toro avisa porque frena, si insiste el torero, el riesgo puede ser grave.

Por desentender los errores de las querencias, a famosos toreros les costaron la vida, entre ellos, a Manuel Granero en Madrid, y a Manuel Rodríguez “Manolete” en Linares.