España ha superado ya el umbral de una fiscalidad alta. En el primer trimestre de 2025, la presión fiscal ha alcanzado un 42,2% del PIB, según datos oficiales del Ministerio de Hacienda y la Contabilidad Nacional. Pero la cifra que debería centrar el debate público es otra, y mucho más reveladora: el Estado se ha quedado con 57 de cada 100 euros que ha producido la economía en términos adicionales. Es decir, la presión fiscal marginal real asciende ya al 57%.
Este dato no aparece en los titulares habituales ni en las ruedas de prensa del Gobierno. Pero, como recuerda el economista y divulgador José Ramón Riera, es ahí donde se evidencia la verdadera carga fiscal que soportan quienes generan riqueza:
“Por cada euro adicional que generamos como país, 57 céntimos acaban en manos del Estado. Aunque no se suban impuestos oficialmente, la carga fiscal real aumenta, especialmente gracias al efecto silencioso de la inflación”.
Más recaudación que crecimiento: el síntoma de un sistema desalineado
La estadística es clara: entre enero y marzo, los ingresos tributarios del Estado ascendieron a 173.325 millones de euros, frente a los 161.929 millones del mismo periodo de 2024. Un aumento de 11.396 millones, equivalente a un 7% más. En ese mismo intervalo, el PIB creció en 19.989 millones de euros, hasta alcanzar los 411.209 millones.
El cálculo de la presión fiscal marginal –dividiendo el aumento de impuestos entre el aumento de PIB– da como resultado un índice del 57%. Es decir, más de la mitad del crecimiento económico generado en el último año ha sido absorbido por el Estado vía impuestos.
Este fenómeno refleja una dependencia creciente del gasto público respecto al esfuerzo fiscal de los contribuyentes, algo que diversos economistas califican de "modelo de recaudación expansiva sin reforma estructural".
¿Qué es la presión fiscal marginal y por qué importa?
A diferencia de la presión fiscal media, que relaciona el total de impuestos con el total del PIB, la presión marginal mide cuánto del crecimiento económico se queda el Estado. Este indicador, más desconocido pero crucial para evaluar la salud fiscal de una economía dinámica, revela que el crecimiento no se traduce en mayor renta disponible ni en alivio para las empresas.
“Este índice es especialmente relevante en contextos de inflación, porque permite ver cuánto margen real tiene el ciudadano tras el crecimiento”, explica Carlos Sánchez Mato, exconcejal de Hacienda de Madrid y economista. “Una presión marginal elevada indica que no se está incentivando la creación de empleo ni el ahorro”.
Desde organismos como la AIReF, el IEE o incluso la Comisión Europea, se han señalado en repetidas ocasiones las disfunciones del sistema fiscal español: excesiva carga sobre las rentas del trabajo y el consumo, baja eficiencia en el gasto y escasa contribución del capital o de grandes corporaciones.
Subidas encubiertas vía inflación: más presión sin cambiar la ley
Una de las claves de este fenómeno es la no actualización de los tramos del IRPF, cotizaciones y otros impuestos conforme al ritmo de la inflación. Esto produce lo que los expertos llaman "progresividad encubierta": los contribuyentes acaban pagando más porque sube su salario nominal, aunque su poder adquisitivo no haya mejorado.
Esto afecta especialmente a clases medias, autónomos y pequeños empresarios, que ven cómo cada mejora en su renta se convierte en mayor aportación al fisco, sin una mejora proporcional en servicios públicos.
“El sistema no está diseñado para premiar el esfuerzo, sino para capturar rentas crecientes. No se trata solo de justicia fiscal, sino de eficiencia y sostenibilidad”, denuncia Riera.
¿Dónde queda el incentivo al esfuerzo?
El modelo fiscal actual, según numerosos analistas, no estimula el emprendimiento ni el crecimiento empresarial. La falta de deducciones estructurales, la complejidad burocrática y el efecto desincentivador de una presión marginal elevada son elementos que contribuyen a la fuga de talento, la economía sumergida y la ralentización de la inversión privada.
Según el informe sobre esfuerzo fiscal del Instituto de Estudios Económicos, España se sitúa en el grupo de cabeza de los países con mayor presión relativa en función de su nivel de renta, superando a economías como Alemania, Irlanda o Países Bajos.
Un debate que exige salir del silencio
Que esta información no ocupe titulares masivos ni sea mencionada en el Congreso no implica que no sea determinante. Por el contrario, la presión fiscal marginal debería ser un indicador clave en cualquier debate presupuestario o reforma tributaria.
La ciudadanía soporta un modelo que absorbe buena parte de su progreso. “Si una economía mejora y el Estado se queda con más de la mitad de ese esfuerzo, ¿qué incentivo queda para crecer?”, se preguntan desde colectivos ciudadanos que reclaman mayor transparencia fiscal y responsabilidad en el gasto.
En una sociedad democrática y avanzada, no basta con recaudar más: es imprescindible rendir cuentas y redistribuir de forma justa y eficiente. La presión fiscal marginal del 57% debería servir de punto de partida para abrir un debate serio, plural y urgente.