A modo de homenaje, al haberse cumplido en estos días años de su nacimiento, elegimos sólo dos muestras de la prolífica obra de esta poeta y narradora leonesa.
Elena Santiago (nombre artístico de Elena Fernández Gómez), nació en León el 8 de febrero de 1936 y murió en Valladolid el 3 de enero de 2021. Incursionó con parejo acierto en la poesía, la pintura, el relato corto, la prosa poética, la novela y la literatura infantil.
En "Un camino amarillo", "Las horas quietas", "Cuando baje la marea", "Cada invierno", "La oscuridad somos nosotros" y "El ruido" desarrolla una visión narrativa sumamente personal y merecedora de numerosos premios.
Entre ellos se destacan el Castilla y León de las Letras, Ignacio Aldecoa, Ciudad de Irún, la Figuera, el Provincia de Valladolid y el Miguel Delibes.
Una serie de títulos referidos a "las puertas", rescatan el misterio de estos objetos cotidianos que tanto abren como pueden cerrar el mundo. "La última puerta", "Un mundo detrás de la puerta" y "Antes de cerrar la puerta" son parte de esta sugestiva insistencia.
Sobre “Los delirios de Andrea”
"Los delirios de Andrea" de Elena Santiago, constituye una novela que no sólo posee un valor estético y filosófico profundo, gozoso y autónomo, sino que traza una línea espiritual que la convierte en una pieza riquísima y original en el panorama de las letras españolas contemporáneas. Representa más que una serie de búsquedas y sentimientos, ya que incursiona en lo más hondo del alma del lector.
Meta-parodia de la parodia que ya es "Don Quijote", lleva al extremo el recurso de las cajas chinas, o matriushkas, donde un relato se incluye en otro relato que a su vez forma parte de otro, y así sucesivamente.
Si tenemos en cuenta que, según el narrador creado por Cervantes, la historia de Don Quijote consiste en la transcripción de la copia del manuscrito de un árabe, Cide Hamete Benengueli, la presente novela de Santiago se refiere continuamente a episodios y fragmentos de las aventuras del Caballero de la Triste Figura. Supone pues, la incursión en varios planos de ficción a partir del original cervantino.
En primer lugar, forma parte de una gran historia de amor y deseo entre varios personajes. En la Mancha, y por la misma época que cabalga el valeroso hidalgo de Cervantes, una joven de diecisiete años, hermosa, idealista y aburrida, procura superar la medianía de su entorno. Huérfana de madre, con un padre autoritario e impiadoso, Andrea Doradia ve cómo a su alrededor se suceden episodios inexplicables en "la tierra dura" y en la casona familiar, que "tiene más habitantes que los habitantes que tiene". Autillos, sapos y sombras apenas entrevistas. son sólo algunas de las apariciones fantasmales de la obra.
Novela de enredos amorosos, con momentos de humor, algo de intriga detectivesca y pasiones explícitas o encubiertas, reprimidas o no, que casi siempre derivan en romances contrariados o imposibles.
La exquisita narración, como es de suponer, tiene importantes puntos de contacto con "Don Quijote de la Mancha", que ya era una parodia.
La protagonista, que desea ser llamada Aldonza Lorenzo, pregunta constantemente a su primo por ese loco que recorre la península para deshacer entuertos, socorrer viudas y homenajear incondicionalmente a su señora, Dulcinea del Toboso. El amor platónico de Andrea-Aldonza por ese Caballero de la Triste Figura, a quien no percibe con sus propios ojos, no difiere demasiado del que Don Quijote profesa por Dulcinea.
Aldonza semeja una Doña Quijote femenina. Sueña y agiganta virtudes de los demás La visión de Andrea - Aldonza coincide con la cosmovisión de Don Quijote. Ve el mundo mejor de lo que es, fruto de una mirada férreamente idealista. Aldonza imagina un ser caballeresco y rendido a los pies de su amada donde los demás ven un noble venido a menos, estrafalario y loco.
La capacidad imaginativa de Santiago refulge como gemas en la noche. Así, "un sol terco y desquiciado", marca el contorno de Camila, madre de Andrea, de la que se dice; "llevaba sobre sí un aire suave y limpio, como una iluminación propia, como una ventana abierta a la claridad". “. Las máximas pertenecen a una misma y honda raíz. "Siempre hay en toda vida un gigante, un Sancho y un don Quijote. Y mucho mal que derribar".
Las oraciones y frases cortas, sin ningún hermetismo ni grandilocuencia, encantan por sus énfasis bien dosificados, sus resonancias y su musicalidad intrínseca. La polionomasia (pluralidad de nombres) y la poli etimología (pluralidad de orígenes de esos nombres) que salpican el relato, enriquecen grandemente el texto.
Nos hallamos pues ante una meta-parodia dinámica, amena pero no exenta de profundidad. Santiago realiza un tributo dignísimo a Cervantes y su obra magna, con una sensibilidad fina y de gran calidad, tan respetuosa del original como cargada de un erotismo continuo, sugestivo y delicado
Luces necesarias para clarear oscuridades
Otra de las destacadas novelas de Elena Santiago es “Nunca el olvido”.
Una familia con mucho amor compartido, roles arquetípicos y conflictos sin resolver. El padre, Samuel Alcives, un seductor docente de Literatura, para quien “amar era respirar”. Ada, su mujer, para quien “el amor era Samuel”, lo que representa la más profunda internación de un ser en otro, lleno de confianza.
Meli, prima de Ada, completa el triángulo agonístico principal de la nouvelle.
Dice la Doctora en filología hispánica Muriel Taján, en directa alusión a la composición del personaje de Meli, esta heroína infeliz y abnegada: "Elena Santiago afronta el reto de explorar la locura salvaje de la vida, lo trágico de la violencia doméstica llevada a sus últimas consecuencias. Fuera de caminos trillados, la autora trata desde una perspectiva eminentemente personal ese tema acuciante”
Un hombre sin mayores ambiciones, una mujer sin religión, mucha confusión en actores poco comunicativos y pocas referencias geográficas, (apenas la montaña de Ojeda, en Gran Canaria, y poco más) singularizan una nouvelle que se desarrolla más en el interior de los personajes que en accidentes externos. Hay un cuidado psicológico supremo, que no traiciona las estructuras principales de las personalidades ni hace decaer el suspenso. Tampoco el placer que provoca un entramado lingüístico de impecable factura. Los diálogos, ajustados, breves y muchas veces inconclusos, sugieren que hay un mundo de conexiones más allá de las palabras.
La gran lucha que sugiere el título entre lo efímero y lo trascendente, con la consiguiente valorización de la memoria, incluye momentos que no necesitan excusas ni catalogación.
Con instantes repletos de eternidad.
Las limitaciones de un análisis literario, o simplemente humano, nunca se ponen tan de manifiesto como cuando se pretende recorrer un texto como este, que insinúa un dolor inagotable y un interminable amor, los efectos de las debilidades humanas y la precariedad de las palabras ante ciertas honduras.
El perfecto equilibrio entre las desgracias y los gozos duraderos, la mecánica celeste del amor que ya estaba presente en "Los delirios de Andrea" gira aquí decisivamente. Ubican a la recientemente desaparecida Santiago en un lugar de primera línea en el panorama de la narrativa española contemporánea.
Los lectores del convulsionado mundo actual necesitamos testimonios de este tipo, con una iluminación ajustada, una calidez propicia a nuestra piel
Elena Santiago recrea e inventa estupendamente los factores para una esperanza. Sacia a la vez nuestra sed de curiosidad y nuestros deseos más imperiosos de alimentos espirituales y duraderos.