La ciencia que estudia la naturaleza o las cualidades que tiene el diablo divide a los demonios en seis tipos: leliurium (ígneos), aéreos, marinos (acuosos), terrestres (terrenales), subterráneos y lucifugos (heliófobos) .
De todos ellos, es decir de tierra, mar y aire, de asuntos exteriores e interiores, incluidos cienes y cienes de consejeros, de endemoniadillos, de endemoniadazos y de un largo etc. de seres deleznables, había en aquel lejano y ya irreconocible país.
Todos, todas y todes los diabólicos estaban representados en su consejo de ministros, al que acudían a ver a quien de ellos se le ocurría la majadería más grande, la prohibición más estúpida e intolerable y el daño más profundo para sus enemigos los seres buenos.
Entre tanta basura demoniaca se encontraban los vividores, mentirosos, corruptos, falsos, farsantes, mal hablados, adictos al sexo y fieles por conveniencia a su diablo jefe, que era el sucubismo malvado, miserable e ínfimo en estado puro, y que, en lugar de pies, cuenta la leyenda que tenía pezuñas.
Por ello necesitaba un Zapatero muy diferente a los de los demás, muy definido, muy planificado e irrepetible por su aspecto siniestro, por su estructura retorcida, por la composición de sus materiales viscosos y por ser refractario al fuego del infierno, ya que en sí mismo componía una parte de él.
Un zapatero que, por su contenido, por las pezuñeras del jefe, que recogía en su interior, olía a azufre que daba asco, tanto, que nadie se aproximaba a su entorno.
Por favor Satanás, le pidieron sus secuaces al número Uno infernal, este Zapatero es asqueroso hasta para nosotros, libranos de su presencia
Es que yo no puedo vivir sin tenerle, respondió. Gracias a su inestimable ayuda he llegado a ocupar el puesto que tengo hoy, puedo patear el suelo con firmeza y aplastar cuanto se me ponga por delante y dar coces para que a mi paso no crezca la hierba, ni ningún candidato que disminuya mi poderío. Y para tentar por doquier con prebendas y dineros a quienes quiero pasar a mi bando, y hacer que mientan como yo, que desentierren rencores conmigo y que me vendan su alma por un “nombramiento” cualquiera en mi corte de condenados.
¡Señor!, Señor! Grito el Zapatero que como estaba endemoniado podía hablar, ¿Por qué no nos damos un paseíto por China?, yo te cubro las huellas con pezuñeras de repuesto y seguro que engañas a todos como haces siempre, a las mil maravillas, Seguro que presumes, también como haces siempre, de acuerdos comerciales, que nos inventamos, desfigurando la realidad de lo que firmes sobre porcino, y etc. (que, a ti, mi señor, como a mí, te gustan mucho los cerdos y seguro que tú le gustas una barbaridad al presidente chino y te invita a comer en una vajilla de la dinastía Quing, y valora lo valiente que eres poniendo tus pezuñas en Asia y no en América. Todo esto puede ser el pretexto de unos cuentos chinos para quien quiera y para quienes no quieran oírlos, que para eso has “comprado” a tantos “plumillas” y a tantos Medios.
Que razón tienes, ¡Cuánto vales Zapatero!, nos vamos de inmediato y dejamos aparcados tantos y tantos pecados de mis secuaces en Paradores, juergas, mascarillas, señoritas de compañía, masters conyugales, música y artes escénicas, viajes venezolanos y maletas y etc. etc. Eres mi padre, mi mentor, mi maestro y mi consejero diables.
¡Y pensar que muchos te consideran un mueble!