Nunca he sido partidario o seguidor de las teorías conspirativas que siempre han sostenido contra viento y marea una surtida colección de excéntricos pseudoinvestigadores, o de fantasías animadas de ayer y hoy. Son muchas las cuestiones sobre las que se plantean versiones alternativas a la historia oficial, y todos hemos leído eso de que Hitler escapó vivo de Berlín, que Elvis ha sido visto en un supermercado o que los marcianos ya conviven con nosotros. Me viene a la cabeza, y no me pregunten la razón, el múltiple atentado terrorista del 11 de marzo de 2004 en Madrid, y pensar en ello es volver a sentir esa contraposición de verdades oficiales y supuestas en torno a la autoría del hecho criminal. Insisto en que siempre he escuchado con reservas las irrupciones de los cantamañanas de la psicosis y la conspiración planetaria. Sin embargo, creo que la versión oficial establecida en los tribunales dista mucho del pleno esclarecimiento. Si ustedes, amigos lectores, son de los que creen que todo está ya explicado y bien explicado, reciba mi enhorabuena... Ojalá yo pudiera tener esa tranquilidad y esa conformidad, pero cuando leo algo sobre el 11-M sigo viendo muchos flecos sueltos en la complicada madeja de implicaciones, pruebas, trampas, silencios y muerte. Y respecto de las conclusiones oficiales, simplemente recordar que después del asesinato del presidente Kennedy, el informe oficial elaborado por la famosa Comisión Warren establece que hubo balas que giraron e incluso invirtieron su trayectoria: tres disparos, tres balas locas y un único responsable... ¡Carpetazo y punto! Puede que ustedes, respetables lectores, crean firmemente la versión oficial de ese caso, al igual que la versión oficial del 11-M, pero deseo expresarles que la magnitud de mi felicitación es directamente proporcional a mi envidia... ¡Qué suerte poder pensar así de fácil! Sigo viendo muchos flecos sueltos, y siempre he creído que en esos horrendos atentados estuvieron implicados PSOE, terroristas islámicos y la banda criminal ETA... El tiempo lo dirá... ¡ O no!
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