Nunca he sido un gran lector de poesía. Pero bueno, digamos que hay ciertas composiciones de este género literario que cualquiera conoce, a poco que en él haya un interés en dotarse de cierta cultura general. Lo que sí puedo afirmar, sin miedo a equivocarme mucho es que, en las estrofas rimadas que por esas páginas andan impresas se encuentra escrito buena parte de lo que al ser humano le ocurre, le ha ocurrido y, muy posiblemente, le ocurrirá. Y lo mismo cabe decir para el conjunto de la humanidad en su carácter de comunidad. Y si no me creen, aquí les voy a ofrecer una buena muestra, a partir de un poema escrito por José de Espronceda hace casi dos centurias.
Espronceda fue un romántico español de primera hornada: pendenciero, juerguista, miembro y creador de sociedades secretas, con veleidades político-revolucionarias. Es decir, de aquellos que buscaban un “Kalos thanatos” como Aquiles o como Lord Byron. El poeta de Almendralejo vivió deprisa, murió joven pero el cadáver que dejó no fue excesivamente bonito por causa de la difteria (garrotillo para la época). De Espronceda casi todo el mundo conoce la “Canción del Pirata”, uno de los grandes poemas del Romanticismo español, pero es en “El canto del cosaco”, donde el vate extremeño hace de cronista del momento y, de paso, de futurólogo. Atentos:
/¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! La Europa os brinda espléndido botín: sangrienta charca sus campiñas sean, de los grajos su ejército festín/ Desgarraremos la vencida Europa cual tigres que devoran su ración; en sangre empaparemos nuestra ropa cual rojo manto de imperial señor. / Y nuestras madres nos verán triunfantes, y a esa caduca Europa a nuestros pies, y acudirán de gozo palpitantes en cada hijo a contemplar un rey. Nuestros hijos sabrán nuestras acciones, las coronas de Europa heredarán, y a conquistar también otras regiones el caballo y la lanza aprestarán. /Nuestros sean su oro y sus placeres, gocemos de ese campo y ese sol; son sus soldados menos que mujeres, sus reyes viles mercaderes son. Vedlos huir para esconder su oro, vedlos cobardes lágrimas verter.../
Estrofa machista en boca de cosaco aparte, no podemos obviar los paralelismos entre lo que Espronceda rimó en la primera mitad del SXIX y nuestra realidad. “El Canto del Cosaco” muestra la relación secular de Europa con el siempre acechante imperio ruso, el cual nunca ha remitido en sus ansias conquistadoras. Acrecentadas estas, en el hecho de que su presa insiste en hincarse de hinojos ante él. Sin ir más lejos lo hace hoy en día; debilitándose con sus propias leyes, deshaciendo sus medios de defensa, permitiéndose una suicida dependencia energética de los recursos rusos y dejando que los servicios de inteligencia del gigante eslavo provoquen la desestabilización de la política interior de sus países.
Rusia es un imperio y su historia así nos lo enseña. Da igual que lo gobierne un zar, el presidente del Soviet Supremo o el de la Federación Rusa. Siempre va a buscar incrementar su área de influencia y su territorio. Y Europa Occidental debería de conocerlo y tenerlo en cuenta para obrar en consecuencia, pero claro; esto lo escribo en el día en el que al excomisario europeo de Justicia Didier Reynders, le están registrando la casa por presunto blanqueo de dinero.
Muchas gracias a Don José de Espronceda y Delgado por darme “la columna hecha”. Supongo que le gustaría saber que sus poemas siguen de actualidad.