LA MIRADA DE ULISAS, aún atónita por lo acontecido ayer en el Líbano con los terroristas de Hezbolá, no da crédito a los avances que las armas de guerra inventan para vencer al enemigo. Ahora a lo James Bond vimos cómo una operación digna de la mejor película de suspenso alcanzó metas nunca vistas hasta ayer. El mundo se estremeció con la audacia y sus tendencias. Se estrenaron tecnologías de guerra. Miles de bipers detonaron en las manos de los terroristas de Hezbolá causando muertes y víctimas, inclusive mucha ceguera en los heridos para ver si despiertan de sus creencias, al pensar que Israel será borrado de la faz de la Tierra por el terror y sus adeptos, seguidores de la iniciación de un dios que incita a sus adeptos a matar al judío en primera instancia y luego a todo infiel, que no comulgue con lo musulmán. Y la gran pregunta que mi mirada se hace, ¿acaso un dios puede ser un ente malévolo? cuya pretensión es o sea liquidar a todo aquel que tenga una actitud o un pensamiento adversos a lo enunciado en sus charias o dictados. Esos mandatos que imponen la obediencia ciega a preceptos que contradicen los expuestos por la cultura o tradición occidental, donde vemos a un Jesús que habla y se regodea en el amor como su principal estandarte o una Torá, Los Libros Sagrados que enseñan la sana convivencia al decretar leyes que nos ayudan a respetar y tolerar al prójimo, como lo ordenan los diez mandamientos. Uno de esos preceptos inclusive prohíbe matar. Acción y reacción que sólo se permiten en caso de autodefensa, porque la vida es esencial en su propuesta. Y se debe preservar con toda entereza, llegando incluso a liquidar al enemigo que ponga en peligro la vida del semejante. No estimula el ataque, sólo se basa en defender a los suyos con lo que tenga a su alcance y en sus inventos. En este caso, la alta tecnología o la Inteligencia Artificial puso a prueba la manera de obrar contra el adversario, que siempre anda en estado hostil sin aprender a respetar ni tolerar al otro, como lo dictamina la ley de la sana convivencia. No hay manera de hacerles entender a los terroristas que por el terror no se gana la guerra, solamente y tal vez algunas batallas, pero a la postre la derrota es la gran enseñanza que arroja el hecho de querer eliminar al otro, por el único motivo de no ser parecido o por no abrazar los cánones de una religión que contradice todo principio de ver al otro o al semejante, que tenga diversos pensamientos y acciones, como un hermano.
Gran e inesperada proeza la de ayer que conmovió al mundo y renovó la presencia de la inteligencia israelí. Estaba algo dormida, sin captar la gravedad de lo avalado por sus enemigos. Confiado, Israel daba por sentado que ante las múltiples prebendas; dineros a granel, consideraciones humanitarias y beneficios de todo orden acordados y entregados en territorio de Gaza se quedarían tranquilos sin deseos de guerra ni de barbarie. Cuán equivocados estaban los israelís y los judíos en general al suponer que esas bellezas anheladas con sus contrincantes no eran ni serían ciertas ni tampoco puestas en práctica. La tragedia del 7 de octubre les abrió los ojos, no sólo a ellos sino al mundo en general al desenmascarar las verdaderas y nefastas intenciones de Hamás y sus aliados. Con sus atroces actos señalaron quienes son los reales enemigos del pueblo judío y no como muchos creen que los adversarios son los de la izquierda o la derecha, divisiones que se instalan para perder de vista el auténtico rival. Al fin y al cabo, se debe aprender a convivir con la divergencia porque la democracia, como la sostiene y pregona Israel, que permite la coexistencia de varias vertientes en una sociedad plural y abierta hacia la diferencia. El 7 de octubre debió dejar esa gran lección al mundo al analizar que primero serán los judíos los pretendidos aniquilados, pero luego vendrán los demás pueblos que no se identifiquen con el Islam, sus credos y sus dogmas. El infiel es considerado como todo aquel que no se adhiere a los ideales y solicitudes de Mahoma.
Como lo vengo denunciando desde hace varios meses estamos frente a una guerra de civilizaciones, que nos demuestra hasta qué punto los terroristas quieren absorber al mundo con sus juicios y prejuicios. ¿Será que nos vamos a dejar? como ellos mismos lo plantearon hace años, que por el vientre se harían fuertes. Y es el caso de sus logros, ya que el número de nacimientos indica que arriban dispuestos a todo. Mientras en occidental se piensa racionalmente en la educación del hijo y lo que cuesta, el musulmán anhela colmar el mundo con su gente sin realmente importarle en qué condiciones trae a sus retoños. Los educa en el odio hacia lo diverso y los hace robustos en el sentimiento bajo de aborrecer a la otredad, que no se pliega a sus principios y a su falta de valores. Pues no se puede acentuar que sus ideales sean valores al querer derrocar al semejante por el simple detalle que no come, piensa, se viste ni actúa al acomodo de otros lineamientos. El odio debe desaparecer de toda comunidad o sociedad porque sólo lleva a la desolación, la destrucción y el desastre. Los terroristas celebran los muertos de sus enemigos y los judíos jamás se autorizarían a promover la práctica de festejar la muerte del adversario. Sería caer en el sadismo más extremo y los occidentales aún en guerras mantienen leyes de corte más compasivo, aunque sabemos que toda guerra se viste de bestialidad. Y no es lo pretendido cuando se quieren aplicar valores humanitarios. Hay que traer a colación el Japón, luego de su derrota con los Estados Unidos no se quedó rumiando su dolor ni el resentimiento, manos a la obra reconstruye la gran nación que es. Aprendió la lección que al enemigo hay que respetarlo y calcular consecuencias para no dejar al país a la deriva como sucede con muchas regiones de Oriente Medio. La suerte de su gente tiene sin cuidado a sus gobernantes más interesados en promover animadversiones que de crear mejores condiciones de vida para su gente.
Tiempos de gran reflexión; ¿qué se anhela para el mundo? Las dictaduras con sus regímenes que espantan o las democracias, que aún sin ser perfectas son más incluyentes y consienten un respiro de libertad que desconocen las autocracias con su forma violenta de dominar, condenar injustamente y abolir toda posibilidad de respirar un aire más emancipado y ausente de yugo. Preguntas que deben salir del tintero para hacerse evidentes en sus proyecciones y devenires.