El campeonato de España de tenis al filo de la guerra civil, lo ganó un gran deportista, Pedro Masip, que seguramente al terminar la contienda, hubiera revalidado su título, de no ser por la suspicacia de los directivos de entonces, preocupados por la defensa del deporte amateur, y, con la exclusión de cualquier atisbo de profesionalidad. A Masip le prohibieron participar con la excusa de que había cobrado, pero en la práctica del frontón. Cuando le levantaron el veto, en 1945, Masip fue campeón seis años consecutivos.
Yo le conocí cuando era el encargado de las pistas en el Club de Polo de Barcelona, donde se disputó el Trofeo Marlboro, una especie de campeonato de España de periodistas. Guardo un grato recuerdo de ese torneo, porque fue mi primer triunfo, que increíblemente repetí en ocho años consecutivos. El resto de las sedes fueron la Ciudad Deportiva del Real Madrid, y el último el Puente Romano de Marbella, que entonces dirigía Manolo Santana, creador del Trofeo que se disputó desde 1971 a 1983, y del que ya hablaré en otra ocasión.
La forzosa ausencia de Masip permitió tras la guerra civil otros campeones, todos catalanes: Juan Manuel Blanc en 1940 y 1941, Luis Carles en 1942, y Pedro Castellá en 1943 y 1944. Pero cuando acabó el reinado de Masip, los siguientes ganadores fueron madrileños: Emilio Martínez en 1951 y 1954, Fernando Olózaga en 1952, al año siguiente la Copa volvió a Cataluña en una polémica final entre Carlos Ferrer Salat, que llegaría años después a presidir la CEOE, y Emilio Martínez. El primero se ausentó de las pistas por un tiempo superior al permitido, pero Emilio Martínez no se atrevió a protestar, y acabó perdiendo.
Eran unos años en que los que fueron campeones eran, además de clases pudientes, los procedentes de los recogepelotas, como Santana y Orantes. Yo asistí al crepúsculo de estos chavales, algunos de ellos aprendiendo de los jugadores, y que pudieron llegar a ser figuras. La obligatoriedad de la enseñanza fijada por la Ley de Educación con Villar Palasí como Ministro de Educación, una gran ley, dejó la presencia de los jóvenes de ambos sexos para los grandes torneos. Pero tanto los recogepelotas en tenis, como los caddis en golf, han permitido que surgieran jugadores modestos que alcanzaron la fama. Y en aquellos años se enfrentaron jugadores humildes con otros con brillantes títulos universitarios, como Juan Manuel Couder, doctor ingeniero.
De Couder, Santana y Gimeno, hablaremos en otro capítulo. Pero a Gimeno le perjudicó el veto a los que no eran amateurs puros, le sancionaron por cobrar en un premio en San Sebastián, y prácticamente le obligaron a hacerse profesional. Santana se libró porque España se hubiera quedado sin figuras. Pero con Santana y Gimeno, juntos, hubiéramos formado un tándem para aspirar a ganar la Copa Davis, que no pudimos conseguir hasta años después, cuando todo se profesionalizó.
Sin Manolo Santana, el tenis español no hubiera alcanzado la popularidad que alcanzó hasta llegar a formar un conjunto de jugadores que alcanzaron la cima de este deporte.