Del bajo latín splen y del griego splên, el filósofo francés del siglo XVIII Voltaire –el hombre de la deseada y necesaria tolerancia— lo escribía splin, como también lo hacía el dramaturgo Diderot. Baudelaire escribirá a su vez, spleen: significa hipocondría y melancolía pasajeras, sin aparente causa, caracterizadas por la repulsión de todo lo habido y por haber…
Es también humor negro, como por ejemplo escribir a sotto voce que la actividad política en el país produciría repulsión, tanto pasajera como permanente. Esto, de arriba a lo alto de la pirámide, como decir de la tierra a la tierra del poder.
Y más que ‘hipocondría y melancolía’, lo que estaría en juego, por la importancia dada por los medios masivos de comunicación al desvalorizado quehacer político, es la hartura, la llenura, la saturación en los habitantes de las ciudades, es decir, nosotros.
¿Cómo no sentirse saturados, ahítos, de la presencia diaria y semanal, mensual y de nuevo diaria y a todas horas del primer mandatario de la nación?
Omnipresente en toda la geopolítica. Omnisapiente en toda la ‘patria’. Por todo y para todo: al ojear una página del periódico, al recorrer las redes virtuales, al escuchar más que ver los noticieros de televisión, al buscar una emisora musical para escapar de su acento enfático y autoritario y agresivo, siempre aquí, en todo lugar mediático. Para decirlo con Borges, en todas las esquinas rosadas…
Y luego sus tozudos ministros de defensa y salud (añadamos recientemente al insípido Canciller). Buscando mojar prensa… y radio… y tv… Ellos saben, como el patrón, que la cosa es con los medios, por los medios, en los medios y a su pesar de los medios.
Ellos también saben pescar todos los días en el río revuelto del (des)orden público y social. Y eso lo hacen con pasión y razón, aparecer y hablar: “pesco o peco yo pe(s)cador, luego, soy ministro de Estado”. Y dejar huellas en retina y oído, pero con poco peso y sentido en nuestras memorias.
Y así las mediáticas cortes, el mediático Congreso y los padres de la patria, la mediática procuradora, y todos y todas los y las ministros del despacho sin empacho de figurar y hablar: “Hablo, luego existo políticamente”. Y eco, eco, eco en los medios.
Pero, lo que vemos y escuchamos es en gran parte retórica de la imagen y la palabra, para con-vencernos. Lugares comunes de la política o la politiquería y aún del derecho, repeticiones, refritos, frases calcadas de otras frases similares, palabrería usada en cualquier circunstancia, vehemencia o displicencia e indiferencia calculadas, vacío y nadaísmo (¡perdón, Jota!). En (casi) todo, una monumental mediocridad.
Entonces, pocas preguntas de fondo, pocos conceptos pertinentes, pocas políticas inteligentes de Estado, poco cacumen individual y colegiado, poca generosidad, poca dimensión humana y social, poca innovación y creatividad, poca bondad, poca justicia de todo género, poca solución de largo plazo, poca grandiosidad, etc.
Y un gigante spleen o splin o aburrimiento o repulsión y cansancio existencial. Una hartura mayor con quienes están desde hace dos años en el poder. Y una llenura con revoltura con los que vienen detrás, como lobos del hombre, por la primera magistratura. Para girar una y otra vez, viejo Nietzsche, en redondo.