¿Cuándo y por qué se hace la intervención del quite en la historia del toreo? Principalmente y evidentemente, surge por la necesidad de auxilio entre quienes actúan en la lidia y desde el primer día en que ésta hizo su aparición. Es decir, desde que este espectáculo existe. Es una suerte que se realiza en la fiesta de los toros para librar a los toreros del peligro que hubiese por la acometida de la res.
Y para que sirva de anécdota y ejemplo, en época no tan lejana, allá por el mes de abril de 1941, se celebraba una corrida de toros en la Real Maestranza de Sevilla, fecha en la que tomaba la alternativa un discreto novillero de finas maneras, el que sería su padrino el sobrio y poderoso torero castellano Domingo Ortega. Se lidiaba el sexto y último toro de la tarde, de querencias a las tablas y con tendencia muy acusada de querer marcharse para las afueras, res a la que se disponía despachar el recién doctorado. El animal, paralelo a barreras que las tenía a su izquierda, al que su enemigo se le ofrecía la salida y ampararse sobre ellas, en el momento de cuadrarlo para consumar la suerte suprema por los terrenos invertidos, surgió la sabia maestría de un quite de Domingo Ortega, llamado también con el apelativo “Paleto de Borox”.
Montó la espada el novato matador y a punto estuvo de iniciar la ejecución, cuando apareció el capote del maestro que se llevó al toro, colocándolo de nuevo en otro lugar con tan solo dos capotazos para otra vez la suerte, pero esta ocasión en el terreno natural. El público sorprendido no reaccionó en un principio por la rapidez de la intervención, pero no cabe duda, Domingo Ortega, mereció como sucedió segundos después, el premio de una de las ovaciones más fuertes que se escucharon aquel año en la Maestranza, el quite fue sagaz y oportuno, de una inteligencia y conocimiento de la lidia fuera de lo común.
Creemos que pocos espectadores se dieron cuenta de esta acción, aunque el toro había demostrado con creces que, al entrarle a matar en ese terreno era muy peligroso realizarla, nunca se debería hacer ahí.
En cualquier época de la Fiesta de los toros, el quite, nunca ha perdido su aspecto de nobilísimo socorro.
Pero también ha dejado de ser, en partes, por su doble aplicación, el olvidado y añorado quite de varas, motivado muchas veces por el comportamiento o rendimiento que el nuevo toro de ahora tiene, para después tener mayor aprovechamiento con la muleta.
En algunos casos y en determinadas corridas, aunque solo sea en poquísimas y raras veces, se sigue llevando a la práctica los vistosos quites de capote en competencia entre toreros, sirviéndoles también para comprobar y medirles las fuerzas que el animal pueda tener. Una rivalidad con algo de picaresca, de la que siempre ha sido bien recibida y agradecida por el público, pero también con buen tono y nada que sirva de tragedia.
No se debe olvidar que, el exceso de manejo del capote a la hora de lidiar las reses, puede resultar contraproducente por quebrantar demasiado al toro y dejarlo inservible para la faena de muleta, debido a la consecuencia de los numerosos capotazos tan innecesarios que a veces se le da al animal. En esto, como en toda clase de manifestación o trabajo en el que interviene la persona, la medida ha de ser la justa y necesaria. Principal virtud que debe tener el ser humano para los demás.
Por todo lo dicho, vemos que ha de administrarse bien su aplicación, saber cuándo y por qué se ha de emplear, sobre todo, cuando exista verdadero peligro para salvar una vida.
Las reglas no son exactas, lo que en estos casos interesa es llegar, cuanto antes mejor.