LA MIRADA DE ULISAS se detiene en otro milagro para el pueblo judío: haber logrado prender una “janukia”, el candelabro de nueve brazos con su primera vela encendida, emblema de luz para la Humanidad, en plena plaza de Gaza. Lugar donde muchos de sus ciudadanos se arremolinaron frente a las víctimas del horror sucedido el 7 de octubre para escupir a los rehenes, que sus verdugos y declarados héroes por sus congéneres transportaban como “bestias heridas”. Aplaudieron los espeluznantes actos de sus terroristas. Los rehenes, muchas mujeres entre ellos, con la macha de sangre de las violaciones pasaban frente a ellos y no cesaban de vitorear los espantos cometidos contra la población civil de Israel, incluyendo a extranjeros secuestrados, que sólo habían cometido “el pecado” de asistir a un evento por la paz. Un “show” convocado para congregar a numerosos seres en pos de la armonía y la unión del mundo. El encuentro de miles de personas fundidas en odas de paz que cantaban por el bienestar de todos sus hermanos, sin distingo de raza ni de procedencias. La inocente pretensión, ya que bien sabemos lo esquiva que resulta la paz, en su predicado se convirtió en una masacre colectiva que el mundo no olvidará jamás. Hamás con todos los sinónimos que le quepan a las palabras tribulación y desconcierto elaboró el carnaje: la fiesta de la muerte y el jolgorio de sus actos. El concierto de la atrocidad más grande de los últimos años. Todo ello, registrado por sus cámaras en los teléfonos celulares para la difusión de su causa; la causante de tantas muertes inocentes que el mundo civilizado deplora. Esos terroristas, que hoy persigue Israel, le han mostrado al planeta lo que son capaces de cometer en nombre de un “dios” que se presenta como único y verdadero. Incita a sus feligreses a perpetrar matanzas bajo su mandato al pretender coronar su reino en la Tierra. El timón de los que aborrecen la libertad, los derechos de la mujer y la maravillosa conquista de poder ser diferentes. En pocas palabras: toda democracia. Para ellos, sólo su régimen de terror debe existir y lo demás merece desprecio y hasta odio. Cristaliza este nuevo conflicto en la lucha declarada de dos civilizaciones que no hallan puntos en común. Desafortunadamente, se adueñan del terror, no sólo en Israel como se cree sino en diversos países democráticos que acogieron a innumerables individuos de la cultura islámica al creer que se adaptarían al modo de vida occidental. Costó demasiado esfuerzo y progreso a la humanidad llegar a la modernidad y a la autodeterminación con sus ventajas y aciertos.
¡Pues no! No es el caso. Excesivas veces, la respuesta en capitales como París, Madrid y otros lugares representativos de Europa, ha sido la violencia contra sus nacionales en pregón de ideas e ideales que no corresponden al desarrollo del Mundo Moderno. Un tsunami de terror regido por los fanáticos se instala en nuestras orillas democráticas.
Israel se durmió al pensar, que con las valiosas prebendas otorgadas a la población civil de Gaza, tendría la paz anhelada. Para Israel el motivo de sus batallas no ha sido ni será volver a conquistar Gaza. Tampoco lo es ahora, a pesar de haber encendido la janukia, símbolo de paz y amor que en nombre de su luz requiere el mundo. No se equivoquen, Israel sólo pretende erradicar al grupo Hamás para devolverle la tranquilidad a sus ciudadanos y a los habitantes de Gaza. Padecen el mal trato y la indiferencia de su gobierno. Gaza, zona privilegiada por su belleza y acceso al Mediterráneo, devuelta en el año 2006 para que sus gobernantes la manejaran bien con tantas ayudas internacionales que recibieron y recibían bajo la mirada complaciente de su vecino, Israel. Nación que también prometía dinero, servicios y trabajo para propiciarles una mejor calidad de vida a sus ciudadanos. En cambio, como es bien divulgado, sus gobernantes en nombre de Hamás sólo anhelaron, cómo lo lograron, llenarse los bolsillos personales y abandonar en sacrificio a su población para convertirla en carne de cañón y motivo de victoria al desprestigiar a Israel como el causante del mal de sus víctimas. Hecho curioso, sólo Israel los defiende al pedirles que evacuen lo que será destruido: sitios estratégicos de armamento y refugios de terroristas, que no tienen ningún reparo en convertir hospitales, escuelas y hogares etc... en campos de guerra. ¡Vaya contradicción, el enemigo cuidando a las víctimas! Todo ello por una conciencia que la luz en los comportamientos compasivos reclama y ofrece.
Que sea la luz la que se imponga nuevamente y que la oscuridad de la violencia cese para abrirnos el camino a la paz y la sana convivencia desde nuestras diferencias. Divergencias que sólo deben ser motivo de enriquecimiento interior al poderlas asumir como parte del devenir de la Humanidad. Un universo ungido de paz y de amor por el semejante, aunque no sea igual pero que sepa abrazar sentimientos altruistas y fraternos al recordar que somos Uno, cuando nos vemos como humanos. Personas que aprendemos a respetarnos y tolerarnos. El verdadero y único llamado a la semilla de la paz.