Fronteras desdibujadas

Un poema de Basilio Rodríguez Cañada, un culto, un mito, María Lionza.

MARIA LIONZA

María Lionza, diosa de la montaña,
reina, madre y espíritu de la naturaleza.
Bella y poderosa, protectora de los bosques.
En el sincretismo, tu leyenda florece.
En Venezuela, tu culto persiste,
mezcla de tradiciones, enigma y fe.
Sobre una danta recorres el firmamento
y en cada rincón de la tierra te veneran.
Tu historia es un misterio que perdura
en el corazón de quienes te invocan.
Secreto arcano, divinidad ancestral,
tu recuerdo pervive en la tierra y el mito.

Basilio Rodríguez Cañada.

Mucho se habló de María Lionza durante la pasada feria del libro de Venezuela 2023 (Filven) a la que fue invitado el Grupo editorial Sial pigmalión y su presidente Basilio Rodríguez Cañada. Agradecemos tan hermoso poema de su autoría donde explica muy bien quién es esta mujer icono venezolano. 

María Alonso (la generosa y acaudalada joven española), María Lionza, María de la Onza, Yara, o Guaichía (la princesa indígena). Todas en una, la deidad femenina perteneciente al espiritismo venezolano. La diosa venezolana de los ojos de agua. La mariposa azul. 

Diosa de caras diversas que puede representar desde lo virginal o la madre generosa hasta la mujer vengativa y poderosa. 

La montaña de Sorte en Yaracuy y la Reina María Lionza han surgido como espacios de sanación y de rituales que se han convertido en un explosivo fenómeno de trascendencia social. 

María Lionza va acompañada de una corte en un apabullante panteón. Hay un culto allí a caciques indios, esclavos negros, santos cristianos, criollos y vikingos y hasta de médicos como José Gregorio Hernández y otros, militares y hasta delincuentes. Ancestros míticos que con sus intervenciones ayudan a eludir penurias.  Cada uno de estos entes abren diálogo con lo intangible en una necesidad para comprenderse, para entenderse y encontrarse, un espacio de curación, para contener el temor y la locura. 

En el culto a María Lionza se abren caminos y puertas al mundo sobrenatural y al de los muertos para que se manifiesten a través de los médiums o materias que faciliten la comunicación para ayudar a los vivos. Cantos, salmos recitados a viva voz, golpes de tambor que nublan el discernimiento y ensordecen los sentidos funcionan como pactos primigenios para hacerle frente a la adversidad.

La religión de María Lionza, una religión pagana: 

Se dice que una religión es pagana, cuando el cuerpo es el centro del ritual, el cuerpo se transforma en cáliz, en receptáculo de lo sagrado. Durante el trance o posesión, las diferentes deidades se apoderan del cuerpo de la sacerdotisa de sus ayudantes que se llaman bancos o materia. Este culto, junto con el vudú haitiano y la santería cubana es una de las tres religiones paganas del caribe. Su influencia con la santería africana es tan determinante que incluye una corte africana de todas las deidades de origen cubano. 

Ritos y ceremonias, altares de los devotos. Lo sagrado y los santos que evocan estadios de la psique de arcaicas y antiguas memorias que suscitan sentimientos de reverencia y de pavor ante lo desconocido. Sacrificios, panteones, rituales, una manera de hacer vivible lo sagrado. Ritos de curación, lecturas de tabaco, baños, despojos, exorcismos y operaciones se llevan a cabo todo el año en la montaña de Sorte, la cual entera es el altar de Maria Lionza. Ríos, cascadas, cuevas y vegetación tropical conforman el lugar sagrado o reino de la diosa. 

La princesa indígena: 

La leyenda de la hermosa doncella de los Nivar (leyenda mestiza de los lugareños de Nirgua): 

Gilberto Antolinez es considerado como el recopilador de la leyenda sobre María Lionza. En 1945 publicó en el diario El Universal por primera vez este mito sobre la doncella de los Nivar. 

En el distrito de Nirgua, en la provincia de Yaracuy se desarrolla una leyenda acerca de la laguneta de la ciudad de Nirgua  que proviene del acervo oral de los indios Jirajara y que fue influenciada y modificada por los españoles y africanos que habitaron la región. 

Se trata a grandes rasgos de lo siguiente: 

Los indios Jirajara Nivar durante una fiesta de la cosecha recibieron de su “Gran Piache” un doloroso presagio: 

“Nacerá una doncella, hija de un cacique, con los ojos de tan extraño color que de mirarse en las aguas de la laguna jamás podrá distinguirse las pupilas”. Dijo que tan pronto esa mujer de ojos de agua se mirase reflejada en las aguas saldría de ella una serpiente monstruosa la cual causaría la ruina perpetua y extinción de los Nivar. Con gran preocupación cada vez que nacía entre ellos una hija a un cacique respiraban tranquilos al ver que tenía ojos negros. Hasta que cumpliendo la profecía al cacique Nivar le nació una hija con las pupilas de un indefinido color verde, color aguamarina, jade o de culebra verdegay. Los indígenas le pidieron que entregará la niña en sacrificio a la enorme serpiente Anaconda guardiana de las aguas. Pero el cacique no pudo hacerlo, por lo que la encerró en un lugar secreto bajo la guardia de veintidós jóvenes guerreros. Solo podía ver a su madre y a sus guardianes. Fue creciendo y ganándose la simpatía de todos y sus maravillosos ojos exhalaban destellos encantados. Sin embargo, su belleza tenía algo de reptil, con esos ojos feroces destacándose sobre su piel canela y cara de india. Tenía prohibido tener cualquier lámina que pudiera reflejar sus ojos y que pudiera funcionar como espejo, no podía asomarse a ningún cuerpo de agua en una vasija ni siquiera salir si la lluvia había formado charcos de agua sobre el suelo. 

Una vez al año la Anaconda de las aguas clamaba su víctima anual y este año quiso que fuera la doncella de los ojos de esmeralda, Así que con un vaho durmió a los veintidós guardianes y la niña salió casi a tientas porque sus ojos no estaban acostumbrados al sol resplandeciente y se dirigió hacia la laguna sagrada. Estaba el agua muy quieta y la doncella se miró. Veía su cara por primera vez. Era un hermoso y armonioso rostro, pero ¡Qué espanto! No tenía ojos sino dos cuencas vacías y hondas como un abismo por donde se asomaba el misterio del otro mundo, de los Dioses subterráneos y de los muertos. Hasta que de sus ojos empezó un movimiento, las aguas se calentaron y se arremolinaron y brotó una serpiente. El monstruo estaba allí justo donde estuvo el reflejo de sus ojos. La doncella dio un grito que retumbó en todas las faldas de la sierra de Nivar. 

Los veintidós guardianes despertaron con el grito, pero en vez de encontrar a la amada niña, encontraron a la Diosa de las aguas que en movimiento circular hacia crecer las aguas y lo inundaba todo. Tanto creció el monstruo que su poder vital se escapó de su cuerpo por el ansia inmoderada de crecimiento y entonces reventó y con un coletazo quedó inerte con la cola en Sorte, cerca de Chivacoa y la cabeza en Tacarigua donde está el altar mayor de la Catedral de Valencia. 

Una leyenda hecha culto en la provincia venezolana de Yaracuy, Quimbaya, Montaña de Sorte.