Es bien conocido el concepto que Otto Von Bismarck tenía sobre la fortaleza de España como nación. Para el Canciller de Hierro dicha fuerza residía, sencillamente, en la incapacidad innata de los españoles para destruir nuestra patria, a pesar de nuestros afanes autodestructivos. Y, a fe, que mucho tiempo después seguimos intentándolo (al menos desde el punto de vista político) a poco que nos dejen o que se nos ocurra una nueva manera de finiquitarlo. Viene esta reflexión a propósito del incesante martilleo con el que algunos quieren taladrar las bases de España, diciendo que nos hallamos viviendo en un estado fallido, sobre todo, desde que pocas jornadas antes del día de Todos los Santos del 2024, la maldita DANA arrasara buena parte de la Comunidad Autónoma Valenciana y territorios adyacentes. A estos agoreros siento desilusionarlos: No, España no es un estado ni un país fallido. Muy al contrario, España es una nación con (al menos) cinco siglos de historia que ha pasado por cientos de avatares: numerosas guerras civiles, invasiones, conquistas, descubrimiento de un nuevo mundo, creación y consolidación de un imperio, destrucción a cámara lenta del mismo, nacionalismos internos con voluntad de termita, cambios de modelos políticos, desastres naturales y de los otros, un número abultado de gobernantes: buenos, malos, indiferentes, traidores, excelentes, tontos, listos, felones, incapaces, visionarios, con ideas claras, sin una idea decente en la sesera…………Y aquí seguimos.
Por eso es muy injusto, cuando no infame, cuestionar la capacidad de España como estado (que en este caso es lo mismo que decir nación) tras haber visto cómo el pueblo español ha reaccionado para socorrer a los compatriotas que se han visto devastados por las fuerzas de la naturaleza. Mientras la mayoría de sus gobernantes se perdían en su propia incapacidad y, en lo que es peor, en sus cálculos políticos, la gente de la calle, el pueblo español, aquel en el que reside la soberanía nacional, daba un paso al frente y encaraba la situación. En cierto sentido, y salvando las distancias y las circunstancias, nos recuerda a cuando (tras la invasión napoleónica en 1808) una nación abandonada por quién había de protegerla, se organizó para defenderse y, a pesar de los dramas, salió adelante.
Es de suponer que de esta tampoco vamos a aprender. Estamos viendo cómo la “cara b” del patriotismo y la grandeza, está siendo la miseria y la puñalada, pero por lo menos podemos celebrar que Bismarck sigue teniendo razón siglo y medio después, que por momentos aflora una nación recuperada y que los reyes, no están en Bayona mientras el pueblo se defiende, sino donde deben de estar.