El feminismo, la ideología oficial de género, se enmascara como un movimiento para los derechos de las mujeres. En realidad, es un engaño cruel al decirle a las mujeres que sus instintos biológicos naturales están “fabricados socialmente” para oprimirlas. El feminismo es una ingeniería social elitista diseñada para neutralizar ambos sexos, convirtiendo a las mujeres en masculinas y feminizando a los hombres. De este modo, las mujeres son menos aptas para el matrimonio y la maternidad, encontrándose los hombres incapaces para dirigir y sacrificarse por una familia. Los movimientos feministas fueron creados para debilitar la familia y envenenar las relaciones hombre-mujer, es decir, para hacer bueno el dicho de “divide y vencerás”. Lo que siempre ha sido una cuestión psicoafectiva, más o menos marginal, anecdótica incluso, ha pasado a ser desenfrenada promiscuidad, adicciones de toda clase y frivolidad. El apoyo institucional a cuestiones tales como la familia, la paternidad, la maternidad, la masculinidad, la feminidad, el noviazgo, el matrimonio, el nacimiento, la crianza se ha convertido en exiguo, e incluso habría que decir “mezquino”. Tales asuntos no reciben apenas atención por el mero hecho de concernir a gente heterosexual. Hemos llegado a tal situación que si una mujer decide dedicar su vida a la familia, a la maternidad, a ser “ama de casa” es criticada de forma cruel... No se utiliza dinero público para ayudar a las mujeres a ser madres, pese a que la mayoría de las personas sigan considerando que uno de los principales objetivos en sus vidas es ser madres y padres. Sin embargo la Administración del Estado dedica ingentes cantidades de los presupuestos a ayudar a las mujeres a “hacer carreras”, a que se incorporen a lugares en donde por tradición, e incluso por tendencia natural, han estado ausentes... No es desmesurado, no es exagerado afirmar que a todo lo concerniente a la heterosexualidad se le ha acabado haciendo el vacío cultural, al dar trato preferente a la homosexualidad, o mejor dicho al “homosexualismo”. Se está produciendo desde hace ya mucho tiempo una campaña de lavado de cerebro, de manipulación de tal calibre que, los heterosexuales han llegado a considerar que lo mejor, lo políticamente y socialmente correcto es funcionar de manera invisible, no haciéndose notar, para “no ofender” a los gays. Basta echarle un vistazo a cualquier televisión para darse cuenta de que en general, la heterosexualidad se muestra como algo a evitar, como si fuera algo perverso, vicioso, degenerado, anacrónico..., y que no es recomendable. Por el contrario, la televisión (y el resto de los medios de información) nos muestran el homosexualismo como lo “más”, como lo moderno, lo “progresista”. ¡De auténtica pena! ¡Y qué asco!
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