La Montaña Mágica

El legado de José Pepe Mujica

En el mundo hay pocos gobernantes que tengan al mismo tiempo, una profunda reflexión filosófica sobre la vida unida a una sensibilidad social.

Este es el caso del expresidente de Uruguay, José ‘Pepe’ Mujica, quien después de salir de la cárcel donde pagó trece años de prisión, se recluyó en una chacra que adquirió en la zona de Rincón del Cerro, cerca de Montevideo.

En sus largos años de prisión, tuvo el tiempo necesario para leer a los clásicos, y la historia social y política de América latina.

Después de salir de la cárcel, se vinculó al Frente Amplio, que tenía una orientación socialdemócrata, llegando a ser diputado, senador, y presidente de la República.

Al gobernar desde su chacra, donde vivía con Lucía Topolanski y su perra Manuela, Mujica fue un ejemplo de austeridad y modestia.

Al contrario de algunos gobernantes que hoy se lucran de los dineros públicos, Pepe fue un político estoico que jamás se vio implicado en negocios turbios.

Durante su presidencia, José Mujica redujo la desigualdad social en su país, legalizó la marihuana, y el derecho al aborto en condiciones específicas. Posturas socialdemócratas que, por supuesto, no calaron bien entre la extrema derecha hispanoamericana.

En 2014, cuando era presidente, dijo en la sesión plenaria de la Celac -Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños:

"Una de las desgracias de la política es haber abandonado el campo de la filosofía y haberse transformado demasiado en un recetario meramente económico”.

Mujica fusionaba política con filosofía a través de lo que él llamaba “el don de la palabra”.

Hoy, en una época de fuertes polarizaciones políticas que obstaculizan el avance de los pueblos, Mujica veía a sus opositores como adversarios, y no como enemigos políticos.

Sobre la pobreza, afirmaba en entrevista para la BBC, de noviembre de 2012:  "Pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada. Esos son pobres, porque se meten en una carrera infinita. Entonces no les va a dar el tiempo de la vida".

Cuando la prensa lo señaló como el “Presidente más pobre del mundo”, declaró: "No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad".

En su discurso de renuncia al senado, octubre de 2020, afirmó: "En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas".