A Volapié

Inmigración, el elemento cualitativo

Hoy no les voy a aburrir con números ya que pretendo tocar el aspecto cualitativo de la inmigración. El capital humano puede llegar a ser la principal fuente de riqueza de las naciones, aunque no todas las personas contribuyen por igual dadas las diferencias en inteligencia, formación, capacidad de trabajo, experiencia y bagaje sociocultural. 

No es infrecuente que un grupo de inmigrantes domine una industria por completo. La mayor parte de las cervecerías norteamericanas han sido creadas por alemanes y hay cervecerías de origen germánico en Brasil, Argentina, Australia, e incluso en China. Los teutones también fueron los impulsores de la fabricación de los mejores pianos en los EE.UU, la Rusia Zarista, Francia e Inglaterra.  

La famosa y rentable industria relojera suiza fue creada por los hugonotes, protestantes franceses que huyeron a dicho país para salvar la vida. Por cierto, esta matanza iniciada el día de San Bartolomé de 1572 acabó en dos meses con unas 20.000 personas. Esto es siete veces más de los ejecutados por la inquisición española en tres siglos. Unos tienen la fama y otros cardan la lana. 

Según nos dice el profesor Thomas Sowell, los extranjeros crearon o impulsaron las industrias inglesas de la lana, el lino, el algodón, el papel y el vidrio, mientras que los judíos y lombardos desarrollaron el sector financiero. 

España perdió mucho con la expulsión de los judíos porque era un colectivo notablemente capacitado y productivo, pero también con la de los moriscos. La emigración sí es un juego de suma cero, no como la economía. Si es de calidad, el capital humano que emigra empobrece a su nación de origen y enriquece a la que le acoge, y viceversa. Es lo que está sucediendo en España desde hace 15 años dado que cientos de miles de jóvenes españoles con buena preparación han emigrado y han sido reemplazados por inmigrantes de baja cualificación. 

No obstante, también hay desventajas pues no podemos ignorar el impacto negativo de la inmigración puesto que puede generar delincuencia, terrorismo, enfermedades, desorden, problemas de integración y convivencia, y costes económicos excesivos para el estado. Hoy mismo podemos leer en la prensa cómo el barrio de Coronación en Vitoria se ha convertido en un gueto como consecuencia de la inmigración masiva y descontrolada. Los vecinos viven atemorizados y abandonados por las autoridades y sufren delincuencia y violencia, ocupación de sus propiedades y decadencia económica y social. Este es un caso claro en el que la inmigración mal planteada produce problemas de integración, aumenta la criminalidad y hace una contribución negativa a la sociedad que la acoge.

En EE.UU sólo el 2% de los inmigrantes japoneses recurren a la asistencia social mientras que el 46% de los de Laos lo hacen. El impacto socioeconómico neto en la sociedad norteamericana de los primeros es obviamente muchísimo más alto que el de los segundos. Sucede lo mismo con la delincuencia. Rusia y Nigeria están entre los países más corruptos del mundo y por eso no es de extrañar que los inmigrantes provenientes de dichos países tengan tasas de criminalidad mucho más altas. La actual política de fronteras abiertas a cualquiera sin control alguno es un error que tiene serias consecuencias. La inmigración puede ser enriquecedora sólo si se gestiona correctamente teniendo como fin principal el mejoramiento del país de acogida. 

Por todo esto es por lo que podemos afirmar que aun siendo necesaria, la inmigración debe ser seleccionada y controlada cualitativamente. Hay que fomentar y permitir la llegada de los que se pueden integrar pacíficamente en nuestra sociedad siempre que respeten nuestras leyes, cultura y costumbres, y sean capaces de hacer una contribución socioeconómica positiva neta. Hay que impedir que se formen guetos y, salvo excepciones muy justificadas y temporales, los que no contribuyen a nuestra sociedad y vienen a vivir a costa del estado, y los que plantean o pueden plantear problemas de convivencia, integración o criminalidad, deben ser rechazados.