Elegir un vino en función del menú, el famoso ‘maridaje’, es una decisión que debe basarse más en la personalidad del comensal que en el plato en sí. Esto se lo he leído a una sommelier francesa y lo considero uno de los comentarios más sensatos proveniente de este mundo repleto de buscavidas. En paralelo, he hablado con varios cocineros que rechazan la oferta del ‘menú gastronómico cerrado’ y reclaman la autonomía del comensal para elegir lo que considere más oportuno.
Las listas de restaurantes, vinos, libros o música, hacen mucho daño al caer en terreno yermo y generar elecciones absurdas. Todas estas cosas, independientemente de que sean bienes de consumo, suponen un alimento espiritual que ha sustituido a la religión en nuestro mundo actual. El considerarlas una simple forma de entretenimiento, bueno para introducirlas, olvida su fundamento básico que no es otro que dar sentido a nuestra vida y prepararnos para bien morir.
Quizás con los libros se vea esto con más facilidad. En la evolución natural de un lector maduro se abandona la novela y se busca refugio en el ensayo y la prosa poética, cuando no en la desnuda poesía. Se trata de entender por qué estamos aquí y asomarnos al abismo de la conciencia. En la música se produce un progresivo abandono de lo popular y las grandes orquestaciones, buscando refugio en los cuartetos de cuerda, la música antigua y la barroca. En el vino se huye del exceso de taninos y la alta graduación, como del diablo, y se le encuentra solo verdadero placer a los vinos ‘naturales’, a las garnachas elaboradas al estilo borgoñón o los vinos ‘de pasto’.
En este contexto, las recomendaciones se constituyen en una especie de psicoanálisis del sujeto potencialmente recomendado. Solo el conocimiento profundo de esta persona permite acompañarle por el verdadero camino. Estamos hablando de una tarea de gigantes, el sujeto suele resistirse a abandonar sus criterios, habitualmente disparatados, lo que exige una tarea de proselitismo tan esforzada como infructuosa en ocasiones. El fuste torcido de la madera es muy difícil enderezarlo.