Andrés Roca Rey es el indiscutible número uno del escalafón, pero no tiene ‘hechuras de torero’ sino más bien de banderillero, aunque esto va de gustos. La película ‘Tardes de soledad’ de Albert Serra, formidable por otra parte, deja ver las costuras del diestro peruano al someterlo a un examen detallado durante las más de dos horas que dura el documental. Así las cosas, toma protagonismo su peón de confianza, Antonio Chacón, hombre dicharachero que regala constantemente los oídos de maestro y oficia involuntariamente como narrador.
A lo que nadie le gana a Roca Rey es a valiente, y eso es casi todo en un torero. Las escena culminante del film es una cogida que sufre en que el toro le aprisiona en las tablas, como si quisiera clavetearle en ellas. En ese instante Cayetano, que estaba en el callejón, salta como un resorte tratando de protegerlo. Por cierto, este sí que tiene hechuras siendo hijo y nieto de quien es.
En general, las películas taurinas que hemos padecido son horrorosas, el contraste con esta es grande. Detrás de ella, aparte del director, está Roberto Domínguez, el hasta hace poco apoderado de Roca Rey, que aparece muy tapado durante todo el metraje. Fue Domínguez, vallisoletano, un torero fino aunque no de multitudes, que junto a Esplá ha sido la reserva intelectual de un mundo taurino más necesitado que nunca de ello.
Madrid, Pamplona y Sevilla son los cosos donde se desarrolla la acción, hay mucha sangre, quizás excesiva, particularmente una innecesaria recreación de la muerte del toro que a algunos nos parecerá épica, pero que otros aprovecharán para alimentar la bilis negra de los antitaurinos.