Prisma Internacional

El agónico final del giro a la izquierda en América Latina

La reciente victoria de José Antonio Kast en las recientes elecciones presidenciales chilenas, derrotando a la candidata comunista, Jeanette Jara, con el 58% de los votos a su frente al 41% de su contrincante, confirma y consolida el giro a la derecha en América Latina tras las últimas victorias en Ecuador, Bolivia y Honduras de candidatos derechistas. El ciclo izquierdista, que había comenzado con la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez, en 1998, parece concluir con unos nefastos resultados que a la vista están. 

El ciclo ha concluido con tres dictaduras comunistas consolidadas, Nicaragua, Cuba y Venezuela, un desbarajuste económico constatado en Argentina, Honduras, Colombia y otros países, un retroceso en los derechos y libertades en casi todos las naciones con gobiernos izquierdistas y un estancamiento en términos sociales, económicos y de liderazgo en el orden global frente a otros bloques ascendentes, como Europa del Este y Asia, y países como Islandia, Irlanda, Vietnam e Indonesia, por citar solamente algunos ejemplos exitosos en el planeta.

Fruto de esta dinámica de estancamiento e incluso retroceso, hay que señalar como prueba que lo avala que entre los 50 países del mundo con mayor renta per cápita no se encuentra ninguno de América Latina, mientras que la brecha entre el América del Norte -Canadá y Estados Unidos- y las naciones del Sur se agranda. Solamente voy a poner un ejemplo: la renta per cápita de Estados Unidos en el año 2015 era de 58.000 dólares y la de Colombia se situaba en ese mismo año en 6.000; en el año 2025 la del gigante norteamericano alcanza ya los 90.000 dólares, mientras que la del país sudamericano apenas había escalado hasta los 7.000 dólares raspados. Si en el 2015 la diferencia era de 9 a 1, hoy es de 13 a 1 entre ambos países, aumentando esa brecha en el desarrollo de la que hablábamos antes y cuyo ejemplo es aplicable a casi toda América Latina.

Aparte de estas consideraciones, y como otra parte de este balance negativo, hay que señalar el fracaso en todos los procesos de integración regional iniciados en estas casi tres décadas por los gobiernos izquierdistas, entre los que destacan la CELAC, la Alba, UNASUR y las ya antiguas, pero igual de inútiles, OEA y la CAN (Comunidad Andina). Las diferencias ideológicas, pero sobre todo tratar de imponer modelos claramente confrontativos con los Estados Unidos y Europa, llevaron a la división en el continente, que persiste, e imposibilitó un modelo de integración más allá de las diferencias políticas. Venezuela y Cuba, coincidentes en una visión del mundo siempre antagonista a Occidente y aliadas de Rusia y China en esa cruzada, fueron las principales responsables del fracaso en esos procesos de integración al actuar como las locomotoras del corifeo izquierdoso continental.

Otros líderes regionales de la izquierda, como Luiz Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro, presidentes de Brasil y Colombia, respectivamente, se alinearon con estos regímenes y exhibieron un discurso antioccidental radical, rompiendo relaciones con Israel, e incluso justificando el terrorismo contra el Estado hebreo, y se negaron a condenar la dictadura de Maduro cuando la oposición democrática ganó las últimas elecciones presidenciales celebradas en este país en el año 2024, por poner solamente dos ejemplos. Mención aparte merece México, presidida por la socialista Claudia Sheinbaum, que se ha convertido en el principal apoyo de la tiranía cubana, enviando 58 cargamentos, entre mayo y agosto de 2025, de combustible valorados en tres mil millones de dólares a través de la empresa Gasolinas Bienestar (filial de Pemex) para apuntalar al régimen castrista. 

La credibilidad de esta supuesta izquierda democrática que representan los presidentes de Brasil, Colombia y Brasil es mínima y carecen de la necesaria legitimidad política, porque siguen anclados en los viejos clichés de la izquierda autoritaria tardocastrista, para liderar en sus países, y mucho menos en el continente, un verdadero proceso de transformación y modernización que requiere en estos momentos América Latina. A la izquierda latinoamericana le sobra retórica barata, cargada de populismo y recetas fáciles fracasadas, y le falta pragmatismo al estilo asiático, como ejemplifican ahora países socialistas como China y Vietnam, dos modelos de éxito en el mundo que son referentes a escala global de cómo se deben hacer las cosas aunando iniciativa privada e integración global. América Latina, por culpa de esta izquierda fracasada, quizá ya ha perdido el tren del siglo XXI, que con paso firme y decidido lidera Asia. Qué lástima que esta agonía haya sido tan larga.