La mirada del centinela

Esa luz tan cruda

Cuentan que Julio Romero de Torres pidió en su lecho de muerte que se cerrase la ventana que dejaba entrar “esa luz tan cruda” que le hacía daño. No siempre la luz es benefactora. Igual que al artista cordobés que pintó a la mujer morena, otro tanto le sucede a Salvador Illa, ganador de las elecciones catalanas celebradas el pasado domingo. 

Las urnas dejan una luz muy cruda al partido sanchista: ganar para perder, devolver el favor recibido por Puigdemont, sacrificar al exministro Illa, quien, quizá mostrando una ingenuidad fingida, asegura que desea gobernar y manifiesta su voluntad de presentar su candidatura para presidir la Generalitat. Todo un quilombo de compleja resolución. Parece que la madeja electoral no será fácil de devanar. 

La lectura positiva es la caída del nacionalismo. Es la primera vez desde 1980 que el bloque constitucionalista gana al independentista en votos y en escaños. Es un sarcasmo que Sánchez ceda el gobierno de la Generalitat a un prófugo, como lo es el hecho de abandonar a su candidato en provecho de un fin mayor, su propia salvación. Al presidente del Gobierno se le presentan dos opciones: perder la partida catalana en aras de conservar su poltrona o repetir las elecciones en octubre. De esto último no quiere ni hablar el líder de Junts. Puigdemont sabe que tiene unos acuerdos con Sánchez; sabe que el socialista enamorado le debe un enorme favor, por eso pide la abstención del PSC pese a haber ganado las elecciones y se presentará a la investidura. 

Por su parte, los socialistas catalanes descartan investir a Puigdemont. Pero es probable que solo sea postureo. Como es probable que pacten en secreto y a espaldas de los españoles la gobernabilidad de Cataluña. Hace tiempo que la aritmética electoral se ríe de la democracia. Bien es verdad que la risa va por barrios y el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, reirá junto a los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional al ver que quintuplican escaños. El PP revierte la tendencia a la baja y, además, supera a Vox para convertirse en la cuarta fuerza del Parlament, incrementando su poder territorial de forma notoria. Cumplen así sus objetivos. Su candidato, Alejandro Fernández, sale airoso de los comicios y obtiene un magnífico resultado. 

No obstante, es Sánchez quien debiera presumir de la victoria. Un tripartito con ERC y Comunes les daría la mayoría de 68 escaños; si bien, el dimitido Aragonés cerró la puerta a cualquier posibilidad de formar una coalición de izquierdas. A pesar de ello, Sánchez reivindicará sus políticas, la concesión de indultos y la amnistía como logros que dinamizan la vida pública y regeneran la democracia. Creerá que los resultados catalanes son un turbión de luz que borra la oscuridad de su gestión política. Pero se trata de esa luz dañina que no quería para sí Julio Romero de Torres, esa luz tan cruda que acabará devorándolo.

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