Comentarios de ultramar

Desconcierto

Sin lugar a dudas, el desconcierto es una de las características predominantes del planeta en los momentos actuales. 

No es para menos.

Desde hace algunos años, el calentamiento global se convirtió en nuestra máxima preocupación. Si la temperatura de la Tierra subía más allá de 1.5 grados de los niveles existentes, su colapso y la desaparición del género humano serían cosa de tiempo. 

Aceptamos la premisa sin cuestionamientos y, más que eso, nos convencimos del destino fatal. El desarrollo de los medios de comunicación blindó en nuestros corazones esa pesadumbre. A partir de este punto, todo se echó a perder. La humanidad entró en crisis. La imagen nefasta de Greta Thunberg, la activista sueca del desastre, se implantó en nosotros dominando sueños e ilusiones. 

Si el futuro apocalíptico estaba determinado, la desesperanza y el pesimismo se apoderaron de la raza humana. Se perdió la fe en los gobiernos, en las instituciones y en los hombres que las gestionaban. Los ideales y valores que por años guiaron nuestro andar como personas y como sociedad perdieron casi por completo su validez. 

Lo mejor, entonces, fue buscar metas más realistas, a corto plazo, que nos permitieran  gozar y ser felices antes de la catástrofe definitiva. Se acabaron los anhelos de unidad y cooperación. De lucha conjunta en la búsqueda de un mejor porvenir. Se impusieron los populismos de cualquier tendencia. Los nacionalismos. Fuera los migrantes. “Sálvese quien pueda” y a “Vivir sabroso” se convirtieron en los lemas de la humanidad.  

Para colmo de males, los desastres naturales se hacen más frecuentes y graves, pareciendo confirmar las predicciones anunciadas. Los incendios se multiplican por doquier. Hawaii, Canadá, California son ejemplos recientes con sus amplias consecuencias en vidas y bienes. Las temperaturas se elevan cada día dramáticamente. Agencias de prensa dan cuenta de que el 2023 ha sido el año más caluroso de la historia registrada. Las pérdidas en fauna y flora son también inmensas. Tornados, huracanes, tsunamis y sus efectos, son ahora noticia permanente alrededor del mundo. La deforestación generalizada avanza sin control. Deshielos y desaparición de glaciares amenazan con elevar el nivel de los mares poniendo en grave riesgo la existencia de grandes urbes en diversos continentes. 

Para añadir, máquinas y robots se apoderan poco a poco de nuestras vidas. Ni la libertad, ni el valor de nuestras opiniones son ya importantes ante el dominio de la Big Data. La inteligencia artificial pareciera que eliminará la necesidad de la inteligencia y la acción humanas. Pandemias, inflación y recesión completan el panorama.

Los conflictos Rusia – Ucrania y, ahora, Israel – Palestina se nos antojan escapes a las enormes presiones existentes. Todos manejan opiniones diversas. Todos se sienten poseedores de la verdad. La influencia de los medios de comunicación solo aumenta la desconfianza y  el desconcierto.

Si la causa fundamental de los problemas proviene del síndrome apocalíptico que nos consume, pensamos que es allí donde debemos dirigir particularmente nuestros esfuerzos. Si lográramos certeza de que ni el planeta ni la humanidad van a desaparecer, las consecuencias que hemos mencionado tenderían a mitigarse o desaparecerían en buena medida. Ambiciones, sueños e ilusiones volverían a animar nuestras almas.

Nunca como hoy el hombre ha tenido tantas perspectivas y poderes. El espacio y su conquista es cada día más real. Quizás allí encontremos las salidas a tantos problemas que nos agobian. Los adelantos y desarrollos científicos y tecnológicos son abrumadores. No tengo duda que ellos nos pueden abrir las puertas que necesitamos.

Pero debemos dominar el desconcierto. Retomar las banderas del optimismo y la confianza. Creer nuevamente en la inteligencia, la imaginación, la capacidad y la fuerza del ser humano para enfrentar los desafíos que hoy nos abruman. Siempre nos han acompañado. No estamos condenados. Es necesario, sin embargo, asumir de inmediato la lucha por la vida y el progreso humanos. Ella debe ser tomada primero que todo en la actuación personal llevándola paralelamente, con trabajo, solidaridad y entusiasmo, a la sociedad humana en su totalidad.

Más en Opinión