Comenzaré afirmando que las rutas personales que nos marcamos nunca deben abandonarse, para así poder alcanzar los objetivos que hemos trazado. Eso es lo que lleva en su mochila el independentismo catalán desde ya hace tiempo, con la diferencia de que ellos, los separatistas, caminan bajo el paraguas del cuanto peor, mucho mejor. Me explico : desde el proceso indepe, más de cinco mil empresas causaron baja en Cataluña. Luego está Barcelona, la ciudad más visitada de España después de Madrid, donde desde hace tiempo se desaconseja visitarla desde gobiernos de diferentes países. En Barcelona, cada día se pierden cientos de millones de euros y crece la sensación permanente de inseguridad entre la población y la fractura social, y es que el problema afecta a lo esencial de la convivencia, el respeto a las ideas y a las personas. ¿Qué decirle al President Salvador Illa, uno de los máximos responsables de la horripilante gestión de la pasada pandemia? Que se vuelva a la senda de hace décadas, aquella senda que tantos frutos le dio a la región catalana, pero tampoco con la máxima esa pujolista de la pela és la pela... Como todo en esta vida, un término medio. Introduciendo un ápice histórico, pondría como ejemplo, como símil entre maléfico y sarcástico, el año 44 a.C., año en que un grupo de senadores romanos asesinaron a Julio César a las puertas del teatro Pompeyo. Sus últimas palabras quedaron grabadas para la historia: “tú también, Bruto, hijo mío”. Dentro de unos años nos preguntaremos, recordando la obra teatral Fuenteovejuna de Lope de Vega, ¿quién mató al procés? Y todo el mundo responderá : ¡El pueblo de Cataluña, señor!
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