Encerrada en dicotomías y polarizaciones infernales, la geopolítica colombiana y continental requiere romper la circularidad de la muerte y la repetición de lo mismo para refundarse intersubjetiva, colectiva, democráticamente.
Nuestros países, la geopolítica colombiana y continental, se habría constituido histórica y socialmente –en un proceso de disolución humana y material permanente--. Se habría pensado culturalmente, sobre la base de oposiciones o dicotomías insuperables hasta el presente, presente de polarizaciones y horror en el que todos vivimos este final de nuestra historia indeseada y conocida.
Estas oposiciones extremas o polarizaciones insuperables, quizás heredadas de tradiciones católicas y conservadoras absolutistas, dogmáticas, nos habrían encerrado en un movimiento mítico del eterno retorno de lo mismo. “Vivir para experimentar las repeticiones, la mismicidad”, es decir, para constatar en el día a día las pulsiones de muerte de toda una sociedad. Prisioneros de una o más culturas de la intransigencia, la exclusión, en fin, la conclusión y la idiotez, perdemos el tiempo del presente. Y negamos el del futuro, que reiterará el infierno sabido y vivido.
En la polaridad insalvable nos alejamos, dejamos de escuchar, negamos, no nos colocamos en el lugar del Otro.
En la polarización nos alimentamos de nuestras propias entrañas, narcisos de flores negras. O bien, somos y devenimos permanentes, incambiables, idénticos a nosotros mismos. Nos reiteramos. Nos repetimos. Nos parafraseamos. Nos detenemos psíquica, intelectual y conceptualmente, educativa, cultural y humanamente, social, política y económicamente. Nos subsumimos. Permanecemos en un estadio oral o quizás anal.
En la polarización dejamos de transformarnos. Ser otros, uno y mil. No devenimos. Nos alienamos o cosificamos. Somos fantasmales. Somos psicóticos.
En la polarización se interrumpe la comunicación con el Otro. El y los mensajes giran en redondo y soy emisor y receptor al mismo tiempo. Monólogo del ser autista y sus espejos, inaudibles y repetitivos. La polarización nos hace tautológicos (el Otro no hace presencia en mi lenguaje, como tampoco en mi sensibilidad ni en mi pensamiento). Y previsibles. Vgr. la guerra para alcanzar el poder: una revolución, un movimiento hacia lo mismo. Dioses soles, infatuados, ya sabidos en las historias patriarcales. Simulacros. Excrementos o excremenciales, fines en sí mismos.
Rupturas en espiral
Para construir memoria y nuevos imaginarios, se regresará para re—flexionar, escuchar lo inescuchado, mirar lo borrado, traer lo abandonado en al camino, pensar lo insensato, sentir lo impensado, liberar lo reprimido, dialogar lo monologado, leer lo ignorado, nombrar lo olvidado... Pero, nunca, pasando por el mismo punto ininteligente.
Para escuchar al Otro; para entregarle al Otro y recibir de él; para dialogar y dialectizar; para interrogar qué es interrogarme o preguntarme; para sentir y pensar y ser de otras maneras –fuera del dogma, la tautología, la pulsión destructora— y salir de toda cárcel del lenguaje y del encierro de lo mismo; para inter—cambiar material y simbólicamente, estableciendo con el Otro nuevas, inéditas, reglas de juego; para equivalerme sin posturas semánticas e ideológicas del arriba o abajo, lo bueno o lo malo, lo burgués o lo revolucionario, lo liberal o lo conservador, lo aristocrático o lo popular, lo alfabeta o lo ignaro...
Para inter—relacionarnos, sin perder nuestras diferencias; para construir intersubjetividades y tejido social; para solidarizarnos con un proyecto común de justicia y paz sociales, nunca proyecto de propietarios del poder o de una razón cualquiera, capitalista o revolucionaria...
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