La mirada del centinela

Chinches

España se ha convertido, desde la llegada del sanchismo, en un país de chinches. Según la definición de la RAE, un chinche es un insecto hemíptero de color rojo oscuro, cuerpo muy aplastado, casi elíptico, de cuatro o cinco milímetros de largo, antenas cortas y cabeza inclinada hacia abajo, que segrega una sustancia maloliente y chupa la sangre taladrando la piel con picaduras irritantes. Esto, si se analiza de forma somera, ofrece un paralelismo asombroso con los rasgos que caracterizan el sanchismo. A saber, nos dice la Real Academia de la Lengua que los chinches son de color rojo oscuro. Los sanchistas son muy rojos y muy oscuros. Por otra parte, nos revela que tienen el cuerpo aplastado. Igual que el Gobierno, aplastado por todos sus socios infames. Nos indica que tienen antenas cortas y la cabeza inclinada hacia abajo. No me irán a negar que los miembros del Gobierno tienen la lengua larga y las antenas (entendederas) cortas. De igual modo, inclinan la cabeza hacia abajo cuando tratan con sus socios; esto es, Puigdemont y compañía. E incluso cuando tratan con el líder se les ve con la cabeza gacha, no sea que se enoje si levantan el mentón frente al rey Pedro I, el embustero. 

Abundando en la definición, observamos que los chinches segregan una sustancia maloliente, otro parangón de estos insectos con el ejecutivo socialista, a tenor de lo mal que huelen todas las corruptelas puestas en marcha por el Gobierno. Los hombres y mujeres de Sánchez no paran de segregar escándalos, son chinches muy activos en actos dirigidos al deterioro de las instituciones públicas. A más a más, los chinches chupan la sangre, lo mismo que el sanchismo. Nos taladran el cerebro con su propaganda barata, nos secan la sangre que da vida a la ética, perforan la razón, sorben hasta la última gota de coherencia y luego la escupen a sus medios de comunicación amigos, o a sus propios medios, que son de todos los españoles. 

Por último, como los chinches, se prodigan en picaduras irritantes. Es paradójico, pero los ciudadanos estamos tan irritados con el Gobierno que ya no sentimos perplejidad ante sus mordeduras de indecencia. Como ven, España está sometida a los chinches. En el aeropuerto de Barajas campan a capricho entre los viajeros que transitan por sus instalaciones. La T4 se ha convertido en un foco de chinches, de hurtos, de violencia… hasta tal punto que los servicios de limpieza del aeropuerto denuncian la presencia de botellas de alcohol rotas y jeringuillas en los baños. Lo más alarmante del asunto es que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad no puedan ejercer el trabajo de identificación de las personas que allí se hacinan cada día. Y esto es así porque el Ministerio del Interior no toma las medidas necesarias, no cumple con su deber de dar seguridad y protección a los usuarios del aeropuerto con más tráfico de pasajeros de España. 

Lo dicho, somos una nación sometida a los chinches. Insectos de color rojo, aplastados, de cabeza inclinada, malolientes, que chupan la sangre y no paran de irritar con sus picaduras. Las semejanzas son terribles, es obligada una limpieza a fondo para erradicar esta plaga tan espantosa. Ténganlo en cuenta cuando pasen por el aeropuerto de Barajas, o se dirijan, papeleta en mano, a una urna donde depositar su voto.