Fronteras desdibujadas

Mi casa tiene tu nombre como dirección

Cada 14 de febrero celebramos este día especial como homenaje a Valentín, un sacerdote en Roma que fue ejecutado por órdenes del emperador Claudio II en el año 270. San Valentín tuvo que pagar con su vida por casar en secreto a jóvenes enamorados desafiando el decreto del emperador que había prohibido los matrimonios porque deseaba que los jóvenes estuviesen libres y sin ataduras emocionales para ir a la guerra y defender al imperio.

Un día celebrado como un tributo al amor y con un gusto amargo al desamor que hemos padecido.

Cupido se caracteriza por sus dos flechas: una dorada con plumas de paloma y otras de plomo con plumas de búho. La primera concede amor y la segunda el odio e indiferencia.

El amor es la rueda que mueve al mundo.

Muchos de los que hemos vivido el amor con intensidad hemos conocido sus dos caras, tanto las mayores miserias y abandonos como las grandes ilusiones y desvaríos. Si hemos sobrevivido a ambas sabemos cómo se mueve el mundo.

Quiero regalarles un poema. Por ser día del amor los invito a mi casa, en esta fecha imaginen las paredes llenas de flores, bombones en bandejas, alfombras rojas y corazones que se salen del pecho y se guindan en las ventanas.

La casa que soy

Tengo una sala donde recibo mis recuerdos. Los siento en cómodas sillas para poderlos mirar de frente. Procuro que me visiten los que yo quiero (aunque a veces llegan sin avisar) y me río con ellos aunque a veces también lloro.

Un cuarto privado donde me visto y desvisto. Escribo y me desnudo y si hace frío me abrigo con las páginas de lo que escribí.

Una cocina donde guardo besos de uvas y algunos chocolates para los tiempos de escasez. Tengo una habitación con una cama grande en la que aún así no caben todos mis sueños.

Tú vives en mi jardín, en el secreto reino de la charca, tus gotas caen alegres animando mi quietud y haciendo bailar mis aguas. Riegas mis plantas y me brotan flores. Y te vuelves pico de colibrí. Tus alas de ángel cosquillean mis espacios. Tu aliento mueve mis hojas. Y cuando oscurece en mi jardín entonces vienes como mil luciérnagas a romper el manto oscuro y regalarme estrellas cercanas.

Mi casa tiene tu nombre como dirección.