Prisma Internacional

El ángel de Varsovia

La enfermera polaca Irena Sendler se convirtió en una heroína anónima que, gracias a su coraje, salvó la vida de 2.500 niños judíos, la mayoría sacados del gueto de Varsovia clandestinamente. Ni siquiera mediante la tortura pudieron los nazis doblegarla.

Irena Sendler nació en Polonia en 1910, en un pueblo llamado Otwock a 23 kilómetros al sudeste de Varsovia. Irena trabajaba como administradora superior en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que operaba los comedores comunitarios de la ciudad, cuando Alemania invadió el país en 1939. Según el Obituario publicado en la prestigiosa revista, The Economist,  “desde su infancia, sintió simpatía por los judíos. Su padre falleció en 1917 a causa del tifus, contraído al tratar a varios pacientes rechazados por sus colegas: muchos de esos pacientes eran judíos. Tras su muerte, los líderes de la comunidad judía ofrecieron pagar los estudios de Sendler. En la Polonia de la preguerra, se opuso al sistema de discriminación contra los judíos adoptado por algunas universidades, como resultado de lo cual fue suspendida en la Universidad de Varsovia durante tres años”.

La guerra cambió la vida de Irena y el 1 de septiembre de 1939, cuando Polonia fue atacada y ocupada por los alemanes, fue un antes y un después en la misma, como para la mayoría de los polacos, que asistían atónitos y aterrados ante la brutalidad de los conquistadores alemanes. Muy pronto, también los judíos conocerían inimaginables penalidades, suplicios y torturas hasta que finalmente se consumó la “solución final” y millones serían exterminados en los campos de la muerte.

Irena, mientras el mundo anterior se derrumbaba a su alrededor, muy pronto comenzó a trabajar y dar todas sus fuerzas por los que más estaban sufriendo. Así relata su historia el Yad Vashem: “Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial Irena Sendler era una trabajadora social de 29 años, empleada en el Departamento de Bienestar del municipio de Varsovia. Después de la ocupación alemana el departamento continuó haciéndose cargo de un gran número de pobres y desposeídos de la ciudad. Irena Sendler aprovechó su puesto para ayudar a judíos, pero esto se volvió prácticamente imposible cuando el gueto fue sellado en noviembre de 1940”. 

Poniendo en riesgo su vida y perseguida por los alemanes, que ya estaban detrás de sus actividades y penaban con la muerte la ayuda a los judíos, Irena, que se movía dentro del gueto con bastante libertad engañando como podía a los nazis, pronto se las ingenió para comenzar a sacar niños del gueto y entregárselos a otras familias polacas. Cuando Sendler caminaba por las calles del gueto, llevaba un brazalete con la estrella de David, como signo de solidaridad y para no llamar la atención sobre sí misma. Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños morirían si permanecían en él.

A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del gueto en el verano de 1942, consiguió rescatar a más de 2.500 niños por distintos caminos: comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo tipo de subterfugios que sirvieran para esconderlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.

Detenida por los alemanes por sus labores en el Gueto de Varsovia 

Finalmente, y como era de prever, sus actividades no pasaron desapercibidas para los alemanes e Irena ya estaba en el punto de mira de la maquinaría criminal nazi. Los alemanes se dieron cuenta de sus actividades y, el 20 de octubre de 1943, Irena fue detenida y encarcelada por la Gestapo. Aunque era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos, soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus asociados o a cualquiera de los niños ocultos. Le quebraron los pies y las piernas. Pero nadie pudo quebrar su voluntad. Irena pasó tres meses en la terrible prisión de Pawiak donde fue sentenciada a muerte.

Sin embargo, no queda claro cómo consiguió salvar su vida. Algunas fuentes hablan de que la resistencia polaca sobornó a algunos alemanes para que la pusieran en libertad, mientras que otras hablan de que un soldado alemán se apiadó de ella y le salvó la vida. Sea como sea, Irená pudo vivir para contar después todos sus avatares, entre los que destacan en primera persona el alzamiento del gueto de Varsovia, del que fue testigo, y después el alzamiento de los polacos de Varsovia contra los ocupantes alemanes, en octubre de 1944.

Sobre los niños salvados, Irena tenía un único registro de sus verdaderas identidades y lo conservaba en frascos de compota enterrados debajo de un árbol de manzanas en el patio de un vecino, frente a las barracas alemanas. Tenía la esperanza de algún día poder desenterrar los frascos, ubicar a los niños e informarles de su pasado, tal como hizo después de la guerra.

El largo olvido 

Después de estos hechos heroicos la vida de Irena Sendler y su gran gesta cayeron en el olvido. A las nuevas autoridades comunistas polacas no les interesaba que se hablara del Holocausto, que lo consideraban un “asunto alemán”, y el tradicional antisemitismo polaco impregno al nuevo régimen. Para la larga dictadura comunista (1945-1989), la cuestión judía era un tabú y las malas relaciones con Israel convirtieron al pueblo judío en invisible en la nueva Polonia; millones de hebreos, además, habían sido asesinados durante el Holocausto.

Pese al olvido intencionado en que había caído su figura, en 1965, la institución Yad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de Justa Entre las Naciones, y se la nombró ciudadana honoraria de Israel. Y,  en noviembre de 2003, el presidente de la República de Polonia (ya democrática), Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil de Polonia, cuando la nombró dama de la Orden del Águila Blanca (Order Orła Białego). Sendler fue acompañada por sus familiares y por Elzbieta Ficowska, una de las niñas que salvó apodada "la niña de la cuchara de plata”. También fue nominada para el Nobel de la Paz, que no obtuvo y recayó en el norteamericano Al Gore, y fue otro gran reconocimiento a su colosal figura. Irena Sendler falleció en Varsovia, el 12 de mayo de 2008. Tenía 98 años.