ARS GRATIA ARTIS

Alain Delon y las esculturas de Rembrandt Bugatti

Rembrandt Bugatti. Pequeño leopardo caminante. Bronce con pátina teñida de marrón - Pilar Corredoira
photo_camera Rembrandt Bugatti. Pequeño leopardo caminante. Bronce con pátina teñida de marrón - Pilar Corredoira

De la magna colección de arte de Alain Delon (Sceaux, 1935- Douchy, Francia, 2024) constituida por obras de grandes artistas, desde el renacimiento hasta las vanguardias del siglo XX y vendida en parte en los últimos años en sonadas subastas, destacan los bronces del escultor Rembrandt Bugatti (Milán, 1884- París, 1916). Son creaciones de valor extremo por las que el actor sentía una particular devoción y que empezó a coleccionar en la década de los setenta; referentes de la producción de un artista que tuvo una corta y trágica vida pero en el escueto espacio de tiempo del que dispuso fue autor de una obra sublime inspirada en los animales en cautiverio o en libertad. 

Rembrandt Bugatti, así llamado en recuerdo del pintor holandés era un autodidacta de refinada formación nacido en un entorno familiar de tradición artística; su padre Carlo Bugatti (Milán, 1856-Molsheim, Francia, 1940), diseñador de muebles, tejidos y joyas se nutrió de las corrientes art-decó y su hermano Ettore Bugatti (Milán, 1881-1947) igualmente tocado por la vara mágica del ingenio se dedicó de lleno al mundo del automóvil; en ese campo fue un adelantado y desarrolló una importante faceta de diseñador y empresario fundando su propia compañía en Molsheim e inventando soluciones que aplicaba a sus propias producciones y a las de otras empresas.

Por el contrario, el Bugatti escultor se interesó con obsesión por la vida de los animales y su mayor aspiración fue plasmarlos en sus variadas especies; procuró la cercanía con ellos asistiendo mediante permiso al zoológico de Amberes donde los cuidaba e incluso alimentaba. El cierre del zoo, en tiempos de la guerra del 14, le llevó a una honda tristeza que desembocó en suicidio. En pocos años llegó a elaborar un catálogo temático extenso, un bestiario de animales maravillosos: jirafas, elefantes o lobos; pequeños y grandes felinos: panteras, leopardos, tigres o leones, que eran nuevamente revelados en mármol y en bronce en la fundición Hèbrard de París; modelaba las maquetas con una amalgama de cera blanca, aceite y ceras, dejando la impronta de su huella y dando a la obra un fuerte espíritu vital, fruto de la inmediatez y de la percepción espontánea; todas ellas poseían una viveza excepcional que las hacía únicas.

En su totalidad, la colección de Delon estaba integrada por un número muy considerable de obras y autores: Veronese, Gèricault, Delacroix, Millet, Dufy o Metzinger, por citar algunos nombres y sus comienzos se remontan a la primera compra de un dibujo de Durero en Londres en 1964. En las últimas décadas y en diferentes momentos el actor se irá desprendiendo de algunas piezas; en el pasado 2023 llegó el momento de la despedida de una buena parte de aquellas creaciones que según sus palabras le acompañaron y le consolaron en momentos difíciles. Y atendiendo a sus declaraciones, el conjunto de bronces de Bugatti le llenaba de orgullo, siendo publicados en “Les Bugatti d´Alain Delon”, Hervé Poulain, Les Editions de l'Amateur (1988); y ese interés constante le llevó a estar siempre atento a las evoluciones de cada obra, a su presencia pública; por tales razones, cedió piezas para exposiciones que eran imprescindibles para entender el proceso creativo del escultor, y una de las más ambiciosas fue la celebrada en la Nationalgalerie de Berlin, en 2014. En junio del presente año el Städel Museum de Frankfurt adquirió la escultura de Bugatti: “El león devorador” (1908), que perteneció a los fondos del actor e impulsada la compra por la Städelscher Museums-Verei con motivo de su 125 aniversario, gracias a donaciones privadas y de uno de los patronos del museo, Velker Westerborg.

Y entrando en estas cuestiones que son parte de la historia del arte europeo, entenderemos como el hilo conductor de este feliz encuentro entre el actor y la obra del escultor fue el sentimiento compartido por el mundo de los animales, amor llevado hasta el límite. Pero, además, en este episodio todavía late otra apreciación que va más allá del hecho de coleccionar y es el reconocimiento y la identificación con los valores creativos, excepcionales que de vez en cuando nos asombran a veces nublados por el paso del tiempo; para que eso no ocurra es necesaria la implicación personal, como en esta circunstancia, así como la continuada persistencia.

Más en Opinión