El 11 de septiembre de 1973, hace 52 años, tuvo lugar en Chile una intervención militar, o golpe de Estado para sus detractores. Hasta antes de esa fecha, Chile estaba gobernado por el socialista-marxista Salvador Allende Gossens, quien, en su cuarto intento, logró el poder con un 36% de los sufragios y una posterior aprobación en el Congreso de la República con apoyo de los democristianos. Allende había llevado al país a una crisis institucional de proporciones, en que dos, de los tres poderes del Estado, ya habían declarado que el Gobierno no estaba respetando la Constitución y las leyes. Chile estaba en las vísperas de una guerra civil, con la economía destruida, una inflación de 323% entre enero y septiembre del 73. En Chile no se respetaba la propiedad privada, se expropiaron sin pago alguno las 600 empresas mas importantes de Chile, se destruyó la agricultura y se intentó eliminar la educación privada con la ENU, Escuela Nacional Unificada.
Para adquirir alimentos se requería de una tarjeta JAP de la Junta de Abastecimiento del Pueblo. Allende llevó a Chile a ser parte de la órbita soviética-cubana y a depender en su alimentación de importaciones como el “chancho chino”. Chile estaba repleto de agentes cubanos y de grupos revolucionaros de inspiración marxista leninista. El pueblo chileno presionó a los militares para que tomaran el poder. En efecto ya a inicios del año 1973, a los militares en la calle les solicitaban intervenir. Cuando la situación interna se hacía insostenible, las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile, tomaron la decisión de derrocar a Salvador Allende. El mismo 11 de septiembre, Allende se suicidó en el Palacio de la Moneda, con un arma que le regaló Fidel Castro en un extenso viaje realizado a Chile meses antes. Analizar los efectos del golpe militar en Chile, 52 años después, nos lleva necesariamente a considerar el contexto que vivía el país y el mundo, antes de la caída del Muro de Berlín. Como en toda acción de fuerza, hubo lamentablemente, víctimas. La Junta Militar chilena, liderada por Augusto Pinochet, estuvo 17 años en el poder y entregó de manera pacífica el mandato presidencial a Patricio Aylwin del partido demócrata cristiano. La evaluación de la gestión del gobierno militar, depende del prisma con que se le mire. Hay pocas dudas respecto del éxito económico del gobierno, cuya gestión fue encomendada a civiles muy preparados.
Se abrió la economía, se bajaron los aranceles, se restituyeron los bienes a sus legítimos dueños, se logró la independencia del Banco Central y se transformó una economía basada en la sustitución de importaciones, por una privilegiada por las ventajas comparativas. Ley minera, ley laboral, ley de pensiones privada, estatuto de inversión extranjera etc…fueran algunas de las iniciativas que transformaron a Chile en la “estrella” de América Latina. La izquierda dura, y en especial quienes dejaron Chile, atacaron al gobierno desde fuera y también en la clandestinidad desde dentro. El mundo conoció una historia sesgada, que magnificó las víctimas y minimizó los aciertos del régimen. La memoria histórica de Chile se ha transformado en un negocio.
Exonerados falsos, recontratación de exiliados con doble sueldo y centenares de académicos en departamentos de estudios de América Latina en muchos países. Europa se llenó de calles y de homenajes a Salvador Allende, un burgués de gustos finos y amante de la buena vida. Tras mas de medio siglo, la verdad retoma su lugar y en un par de meses los chilenos elegirán un nuevo presidente, lejano del marxismo y de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Chile hoy está capturado por la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico y por un Estado gigante e inepto. Explicarle a un europeo promedio, lo que pasó en Chile, es perder el tiempo. En su mente predomina el lavado de cerebro ejecutado por la prensa, los progres y todos aquellos políticos de centro que opinan de lo sucedido en Chile, sin haber sido víctimas del gobierno de Allende y sin haber escuchado “la otra verdad”.