En mi niñez y adolescencia, tiempos iniciáticos en mi pasión taurina, escuche repetidas veces de mis mayores, la siguiente sentencia: “Estate más atento al toro, que, al torero; que al torero lo vas a ver más veces y a este toro, sólo una vez” En aquellos tiempos aún no estaban tan desarrollados, los actuales medios audiovisuales, que nos permiten darle mil vueltas a faenas y envestidas. Si bien es cierto que las sensaciones del directo son únicas e intransferibles.
Quizá sea esa la razón por la que se me quedan en la retina poderosamente los toros que me llaman la atención de una corrida o de una feria. Como se me quedarán para siempre, Granujito y Vengativo, lidiados en la reciente feria de Santander.
Granujito llegó a orillas del Cantábrico con la bien presentada, corrida de Miura. Sus hermanos sacaron una bondad y una toreabilidad impropias de sus ancestros, pero él, fue el contrapunto. En el capote no había desentonado de los dos toros anteriores, pero fue en el segundo puyazo, donde se convirtió en una fiera corrupia; queriendo poner de luto al lucero del alba. Frente a él estuvo Damián Castaño que sacó toda su condición de héroe. Sus carnes abiertas días atrás, no le impidieron crecerse ante semejante depredador, robándole muletazos y aguantándole tarascadas; y hasta una voltereta que lo pudo devolver al hule. Tal batalla campal, le valió a Damián una oreja de ley y esperemos que muchas cosas más.
La corrida de Victorino, con algún toro mas chico de la cuenta, para esa plaza cojeaba del mismo pie que el resto de encierros, en cuanto a presentación. Sin embargo, saltaron toros interesantes que daban paso al toreo, cuando se le hacían las cosas bien. Pero por encima de todos los lidiados en la feria Cántabra, estuvo el cuarto de la tarde, de nombre Vengativo. Su nombre, por reata podía daba esperanzas de que podía ser un gran toro, y sus hechuras lo confirmaban. Las muñecas de se matador El Cid, hicieron el resto. Vengativo cumplió con todos los cánones de la bravura: Fijeza, movilidad, acometividad y entrega en las embestidas, y una nobleza exquisita cuando la entrega del torero estaba a la altura de tan excelente animal. La plaza, convertida en una olla de emociones, vibraba como lo hace pocas veces, acompañada de los graznidos de las gaviotas que sobrevuelan atraídas por el olor de la sangre, cómo hacen cada tarde al llegar el ecuador del festejo.
Ha habido más toros y más toreos dignos de en Santander, pero Granujito y Vengativo se han colocado, cada uno en su condición, en el listón mas alto, y nadie ha podido bajarlos.