Una fiesta patronal sin toros, no es fiesta. Esta expresión ha resonado en mi cabeza desde que tengo uso de razón. Pues las tierras de Salamanca, se precian por ser eminentemente taurinas. Pero sin duda, cada comarca tiene su identidad propia, que sin duda la configura en todo, también en sus fiestas. Es el caso de las Arribes, un puñado de pueblos que limitan al norte con Zamora y son separados de Portugal, al Oeste por el rio Duero. Gran arteria de vida que atraviesa Castilla, hasta perderse en Océano Atlántico, surcando las tierras del citado país hermano. A su vez, limitan en el sur por las arribes del rio Águeda, y al Este con las comarcas del Campo Charro y la Ramajería, con las taurinas localidades de Vitigudino, La Fuente de san Esteban y Villavieja de Yeltes como localidades más señaleras, taurina y demográficamente.
Pero las Arribes, son otra historia, mejor dicho, tienen su historia; que actualizan cada vez que ayuntamientos, comisiones y vecindario en general se disponen a organizar sus fiestas taurinas. Una organización marcada por la fidelidad a la tradición, y una clarividencia de su realidad despoblacional, que les permite no dar bandazos, a la hora de programar los festejos. No son pocos los pueblos donde el encierro a caballo, es santo y seña del comienzo de cada día festivo, también hay toros del cajón, y capeas con abundantes novillos, o suelta de Vaquillas; pero el plato fuerte es el gran numero de novilladas, que en coordinación con la Escuela de Tauromaquia se organizan en la plaza del pueblo con los pueblos enriquecidos `por el mayor bien, que la vida puede tener: las personas. Sin faltar clases prácticas, festivales sin picadores, y algún festejo de rejones, de forma esporádica.
La arribes con su orografía escarpada, hacen que sus gentes sean tan recias y valientes, como amistosas y nobles; que disfrutan con alegría sus fiestas patronales. A nadie que se haya dejado caer por las arribes se le pueden olvidar las curiosas plazas de fábrica de Saucelle y Pereña, o la Plaza “portátil-fija” de Masueco, o los encierros a caballo de Aldeadavila, o el entorno medieval de San Felices de los gallegos, o las amplias y acogedoras fiestas de Hinojosa, o la cuadrada plaza de Vilvestre, o el ambiente jaranero de Mieza, o los bien trenzados festivales de toreros emergentes o interesantes de Lumbrales. Significativa era la plaza de Barruecopardo, que ocupaba la carretera comarcal, permitiendo que pasaran los coches entre toro y toro.
Una comarca taurina, pero no ganadera con una muy marcada fidelidad en el ámbito ganaderos, lidiando los mismos hierros mientras tuvieron novillos; y donde ha resistido durante décadas de forma ejemplar, la ganadería charra de Valrubio, siempre en la senda de la excelencia. A la vez que otras casas se van afianzando poco a poco.
Por eso las Arribes, son dignas de mención en el aspecto taurino por caminar con los pies en su suelo despoblado pero firme, dejando un rastro a tener en cuenta en el orbe taurino.