La transformación digital del sistema financiero español continúa a ritmo sostenido. El número de operaciones de pago con instrumentos distintos al efectivo creció un 10,5% en el segundo semestre de 2024 respecto al mismo periodo del año anterior, alcanzando los 9.358 millones de transacciones, según los últimos datos publicados por el Banco de España.
Este avance consolida una tendencia estructural: los ciudadanos apuestan por métodos digitales, cómodos y seguros, mientras el uso del efectivo continúa su descenso, especialmente en pagos de bajo importe. El total de importes gestionados mediante medios digitales ascendió a 6,5 billones de euros, un 9,5% más que en 2023.
Las tarjetas, líderes absolutas en número de pagos
Las tarjetas de pago concentran el 65,5% de todas las operaciones realizadas sin efectivo. Su uso se disparó un 12% en número de transacciones hasta alcanzar los 6.133 millones, con un importe medio por operación de 32,4 euros, todavía por debajo de la media de la zona euro (39 euros).
El auge del pago sin contacto es evidente: el 94,3% de las operaciones presenciales con tarjeta ya se realizan sin introducir el PIN, gracias a la tecnología contactless. Este segmento creció un 14,3% interanual, hasta superar los 4.731 millones de operaciones.
Además, el 18,2% de los pagos con tarjeta ya se efectúan de forma remota, a través de Internet o apps móviles, representando un 28,2% del volumen total en euros. La madurez del canal digital y la confianza del consumidor han sido claves para este avance.
Las transferencias ganan peso en importes
Aunque las tarjetas dominan en número, las transferencias siguen siendo el método preferido para pagos de gran importe: representaron el 88,5% del total abonado en medios distintos al efectivo, a pesar de suponer solo el 16,4% de las operaciones.
En total, se efectuaron 1.530 millones de transferencias en el segundo semestre de 2024, un 15,6% más que el año anterior. Las transferencias inmediatas —procesadas al instante a cualquier hora del día— se dispararon un 16,7% y ya suponen más del 30% del total, con un importe agregado de 65.000 millones de euros.
Dinero electrónico y adeudos: crecen a menor ritmo, pero consolidan su papel
El dinero electrónico —utilizado en plataformas como PayPal, monederos virtuales o apps fintech— vivió el mayor crecimiento relativo: un 27% más en operaciones y un 37,1% más en volumen económico, alcanzando los 7.700 millones de euros. Aunque su cuota sigue siendo modesta (1,6% del total de operaciones), se consolida como una alternativa ágil en el ecosistema de pagos digitales.
Los adeudos directos —cargos automáticos como recibos o domiciliaciones— crecieron un 3,2% en número y un 4,7% en importe. El 5,3% de ellos se realizaron ya con mandato electrónico, cifra que irá previsiblemente en aumento conforme avanza la digitalización de servicios recurrentes.
España, a l cabeza en digitalización de pagos
El parque de tarjetas de pago en España cerró 2024 con 114 millones activas, lo que equivale a una media de 2,2 por habitante. La infraestructura también crece: hay ya 4,26 millones de terminales de punto de venta (TPV), el 95% de los cuales admite pagos sin contacto. En contraste, el número de cajeros automáticos se redujo un 1,6%, reflejando el descenso del uso de efectivo.
A nivel europeo, España destaca como uno de los países más digitalizados en hábitos de pago. Según el último informe del BCE, el 82% de los consumidores en España prefiere medios electrónicos para pagar en tienda, frente al 65% de la media europea. Esta realidad se ha visto acelerada por la pandemia, el impulso del comercio electrónico y el desarrollo de nuevas soluciones fintech.
Un cambio de hábitos contra la libertad
Más allá de los datos, el cambio en los hábitos de consumo evidencia una transformación estructural en la relación de los ciudadanos con el dinero. La inmediatez, la trazabilidad, la reducción de costes y la integración con servicios digitales son factores clave que están redefiniendo el sistema de pagos.
Este viraje también tiene implicaciones fiscales, regulatorias y sociales: desde el control y trazabilidad que las instituciones pueden hacer del dinero hasta la inclusión financiera. El reto de los próximos años será garantizar la accesibilidad universal, mantener opciones de pago diversas —incluido el efectivo— y reforzar la ciberseguridad en un entorno cada vez más conectado.