El viento de cola que impulsaba los ingresos del Estado en estos primeros meses del año no ha sido suficiente para sostener la nave de las finanzas públicas. A pesar de que la recaudación ha crecido con fuerza —más de un 16 % en términos interanuales— el gasto de la Administración Central ha avanzado aún más deprisa, hasta el punto de que el déficit acumulado hasta mayo se ha disparado un 20 %. La situación, según los últimos datos de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE), empieza a despertar señales de alarma entre economistas, organismos europeos e inversores.
Una recaudación al alza que no basta para cubrir el ritmo de gasto
Desde enero hasta mayo de 2025, los ingresos no financieros de la Administración Central alcanzaron los 109.868 millones de euros, con un incremento notable de la recaudación por impuestos. El IRPF subió un 20,9 %, el impuesto de sociedades un 11,8 % y el IVA un 9,1 %. En un país que todavía arrastra los efectos de la inflación y la desaceleración del consumo, estos datos podrían interpretarse como un síntoma de recuperación. Pero en economía, como en la vida, no basta con ingresar más: también hay que saber gastar.
Y ahí es donde salta la chispa. Los gastos no financieros se han disparado un 26,3 %, alcanzando los 119.943 millones de euros. Una cifra que no solo supera con creces el aumento de ingresos, sino que refleja, en palabras de algunos expertos, una preocupante pérdida de control del gasto estructural del Estado.
El agujero fiscal crece y amenaza con desbordarse
El resultado de este desajuste es un déficit de más de 10.000 millones de euros —el equivalente al 0,60 % del PIB— solo en cinco meses. Según los cálculos del Ministerio de Hacienda, el agujero fiscal se ha multiplicado por 17 respecto al mismo periodo de 2024. En otras palabras: el Estado gasta más rápido de lo que recauda, y lo hace con una intensidad que recuerda a épocas pasadas en las que el endeudamiento se convirtió en norma.
Este fenómeno no es ajeno a episodios concretos. Una parte significativa del gasto corresponde a medidas extraordinarias, como las ayudas destinadas a paliar los efectos de la DANA en la Comunitat Valenciana, que han supuesto más de 2.200 millones de euros. A ello se suman transferencias a la Seguridad Social, al SEPE y a otras administraciones territoriales. Pero también hay una tendencia de fondo: las subvenciones han crecido un 44 % y el gasto en cooperación internacional se ha incrementado un 31 %.
Europa vigila: advertencias desde Bruselas y el Banco de España
Las cifras llegan en un momento político especialmente delicado, marcado por una creciente sensación de inestabilidad y por acusaciones cruzadas sobre la falta de rigor en la gestión económica. Desde la oposición se critica duramente lo que consideran una "fuga descontrolada de gasto público", mientras que desde el Ejecutivo se insiste en que las cifras están condicionadas por factores excepcionales y que el compromiso con la sostenibilidad fiscal se mantiene intacto.
Sin embargo, la preocupación no es solo nacional. La Comisión Europea ya ha advertido que el déficit de España podría acabar 2025 en el 2,8 % del PIB, por encima del objetivo gubernamental del 2,5 %. El Banco de España, por su parte, ha señalado que el gasto en defensa —que empezará a reflejarse con mayor intensidad en el segundo semestre del año— podría ejercer una presión adicional sobre unas cuentas ya tensas.
Entre la urgencia y el vértigo: ¿cuánto más puede soportar el sistema?
¿Estamos, como advierten algunos analistas, ante el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento? ¿O se trata de un bache temporal derivado de factores externos e imprevisibles? Las respuestas no son sencillas, pero lo cierto es que la tendencia actual no es sostenible a largo plazo. Sin una revisión del gasto y sin mecanismos más exigentes de control presupuestario, España podría estar entrando en una fase de vulnerabilidad que comprometa su capacidad de inversión futura y su credibilidad frente a los mercados.
Lo que sí parece claro es que, en palabras de la IGAE, el Estado ha apretado el acelerador del gasto sin asegurarse de que el depósito de ingresos tuviera combustible suficiente. Y en un contexto económico global incierto, ese tipo de maniobras puede tener consecuencias imprevistas.
El tiempo dirá si este desequilibrio ha sido un aviso o el comienzo de algo más serio. Mientras tanto, y como recuerdan desde el ámbito académico, no se trata solo de cuánto recauda un país, sino de cómo y en qué decide gastar lo que recauda. En eso, y no solo en los porcentajes, se juega gran parte del futuro económico de una nación.