El Osorio y el Madroño

De aquellos polvos y de aquellas pajas

Todos sabemos lo que significa «Echar un polvo», pero nadie parece saber de dónde viene esa expresión tan habitual.

La hipótesis más repetida en Internet es la siguiente: “El modismo provendría de la costumbre extendida entre la alta sociedad de los siglos XVIII y XIX de inhalar por la nariz el polvo de tabaco, llamado rapé. El caballero se retiraba a otro cuarto para tal propósito, excusa que se solía aprovechar para mantener encuentros sexuales furtivos”

No sé a qué mente calenturienta se le habrá ocurrido esta fantasía. El rapé no se inhalaba en privado, sino en público, ya que era tan normal esnifar rapé como fumar cigarros.

El caso es que, investigando sobre las brujas de Madrid en el Siglo de Oro, he encontrado una posible explicación. En siglos pasados era muy común acudir a los brujos para buscar remedios mágicos ante los problemas sentimentales.

Para enamorar a una persona, para recuperar el amor perdido las brujas ofrecían el siguiente remedio:

En un brasero, quemaban azufre, sal y ramas de romero junto con una estatuilla de cera que representaba al ser amado. Cuando todo esto quedaba reducido a cenizas, lo metían en una bolsa y se la entregaban a su cliente. Este tenía que ir a la casa de la persona a la que se quería enamorar y echar el polvo en la parte baja de la puerta de dicha casa.

Esta práctica debía ser muy habitual y probablemente la gente acabó relacionando el acto simbólico y mágico de seducir mediante unos polvos con el resultado positivo de tales hechizos: gozar por fin de la persona amada.

En diversos países, muy especialmente en Sudamérica, estas prácticas continúan hoy en día, y los polvos de amor están a la venta en muchas páginas web.

En cualquier caso, la expresión “echar un polvo” era considerada como soez y de mal gusto, por lo que los escritores no comenzaron a utilizarla en la literatura hasta los inicios del siglo XX.

De aquellos polvos nos vamos a las pajas. ¿Qué significa hacer una paja?

«Hacer una paja» o «hacerse una paja», en el sentido de masturbarse, tendría que ver, en mi opinión, con las cañas o pajas que se utilizaban para extraer el agua del subsuelo. Una caña o una paja era un tubo que se introducía en el terreno junto a los pozos o acuíferos, al modo de las bombas de agua de tracción manual, para extraer el agua hasta la superficie.

Hoy seguimos usando la palabra caña para beber cerveza. Cuando vamos a un bar y nos sirven la cerveza, esta discurre a través de un tubo llamado caña que está conectado con el barril.

Sin embargo, la palabra paja, en el sentido de tubo para extraer el agua, ya no se usa en España, aunque he averiguado que se sigue utilizando en varios países de Hispanoamérica. Di con esta palabra casualmente, investigando sobre los usos agropecuarios de la Casa de Campo. En un documento del siglo XIX se decía que la Casa de Vacas no recibía suficiente agua y que había que instalar dos «pajas de agua» en sus inmediaciones. Como vemos, en el siglo XIX aún se usaba la palabra paja en este sentido. En definitiva: una paja tiene que ver con un movimiento rítmico de succión que provoca la expulsión de un líquido. Creo que no hacen falta más explicaciones.

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