Anécdotas literarias de Madrid

Miguel Hernández, Vicente Aleixandre y los demás poetas

Miguel Hernández,  Vicente Aleixandre y los demás poetas
photo_camera Miguel Hernández, Vicente Aleixandre y los demás poetas

El día 4 de mayo de 1935 se celebró una comida en el restaurante Buenos Aires que estaba situado en el número 72 de la calle Almansa de Madrid, muy cerca de la casa de Velintonia. Se rendía un homenaje a Vicente Aleixandre. Asistieron numerosos poetas y escritores procedentes de todos los espacios políticos y de todas las estéticas que la poesía proponía en ese tiempo. Algunos de los participantes eran amigos habituales y otros, que siendo menos amigos y menos habituales, también le quisieron acompañar. Celebraban la publicación de “La destrucción o el amor” que había ganado ya hacía dos años el Premio Nacional de Poesía con un jurado compuesto por los poetas Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Manuel Machado. Habían sido finalistas Manuel Altolaguirre y Luis Cernuda. El libro de Vicente Aleixandre estaba inspirado en el amor y en las pasiones que el poeta experimentaba en esos años. Porque la realidad seguía cuestionando otro asunto tabú, que la poesía, sin embargo, amparaba y exhortaba. Y como la poesía siempre ha estado por encima de todo y lo ha custodiado todo, Vicente Aleixandre pudo manifestarse a través de ella en absoluta libertad y ante diversos amigos. El pintor Gregorio Prieto fue uno de ellos, un perfecto confidente al que “La destrucción o el amor” también le sirvió para reflexionar y sentir más profundamente los vínculos con el poeta y fueron confidentes como hoy lo seguimos siendo los lectores de su obra. Andrés Acero había sido la gran historia de amor de Vicente Aleixandre: una historia esencial y vivida con mucha intensidad. Se notaba tanto en los versos la presencia de Andrés Acero Acero que el diario ABC llegó a escribir, entre otras cosas, que “La destrucción o el amor” era acero pulido, agudo y flexible…

A la comida asistieron, según el orden en la fotografía que se conserva: Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Luis Rosales, Antonio Espina (poeta contemporáneo a la Generación del 27 que no deseó inscribirse en tal generación y por eso no ha figurado), Luis Felipe Vivanco, José Fernández Montesinos, Arturo Serrano Plaja, Pablo Neruda, Juan Panero (el hermano de Leopoldo que murió en 1937 a causa de un accidente de tráfico cerca de Astorga. Su único libro en vida – “Cantos del ofrecimiento” fue publicado por Manuel Altolaguirre en la editorial Héroe), Pedro Salinas, María Zambrano, Enrique Díez-Canedo, Concha Albornoz, Vicente Aleixandre, Delia del Carril (la pintora chileno-argentina que fue pareja de Pablo Neruda a pesar de tener 20 años más que él), José Bergamín y, delante de todos ellos, Gerardo Diego.

Durante ese tiempo muchos de estos poetas se habían hecho amigos e incluso confidentes. Así lo demuestran documentos y cartas de la época. Altolaguirre había publicado el primer libro de poesía de Juan Panero. Miguel Hernández había enviado una carta a Rosales - que figura en el volumen II de la obra completa de Miguel Hernández, de los autores Agustín Sánchez Vidal y Carlos Rovira, con la colaboración de Carmen Alemany. Madrid, Espasa Calpe, 1992 - en la que  Hernández se dirige a Rosales de un modo muy cercano y amigable para pedirle una elegía que iba a publicar Ramón Sijé en su revista “El Gallo Crisis”. En otras ocasiones hubo incluso profundos enconamientos. Uno de ellos - muy sonado - fue cuando Neruda escribió su “Canto general” y fue respondido con el “Canto personal” de Leopoldo Panero. Porque Panero se había sentido molesto cuando Neruda en sus versos había tratado con injusta crudeza a Gerardo Diego y a Dámaso Alonso. Pero Panero, que venía de una familia republicana, ejerció la amistad. Escondió en su casa a César Vallejo, y había colaborado en la revista de Neruda “Caballo verde para la poesía”. Rosales también publicó en la revista de Neruda. Miguel Hernández, recién llegado a Madrid, se había comunicado de manera espontánea con Aleixandre para pedirle un ejemplar de “La destrucción o el amor”. Le decía en la misiva que no podía permitirse el lujo de comprarlo…En cuanto Vicente Aleixandre lo leyó quiso conocer a Miguel y de la primera cita nació la que luego sería una profunda amistad, por lo que el 4 de mayo invitó a su nuevo amigo a la comida de poetas del restaurante Buenos Aires. Miguel Hernández y Aleixandre se hicieron cercanos. Uno le hablaba de Andrés Acero y el de Orihuela de Josefina Manresa y de Maruja Mallo, con quien entonces mantenía un ardoroso idilio. Y cuando, por fin, Miguel Hernández decidió rescatar la relación con Josefina y volver a pedir su mano para casarse con ella su amigo Vicente le ofreció como regalo de bodas un magnífico reloj de oro de pulsera que tuvo para Hernández un hondo significado. Jamás se lo quitaba. Pero en el año 39, cuando había huido, se propuso venderlo para sobrevivir, lo intentó en Portugal, en un pueblo llamado Santo Aleixo. Fue detenido en Moura unos días después. El joyero de Santo Aleixo, al que se lo quiso vender, sospechó por cómo iba vestido y lo había denunciado. Era el mes de abril de 1939. Esto condujo a la detención del poeta y su posterior entrega a las autoridades de España. Así ingresó en prisión.   

Más en Se cuenta por Madrid...