A Juan Sampelayo, madrileño de pro, Cronista Oficial de la Villa de Madrid, le conocí cuando ambos formábamos parte del grupo de informadores municipales, a mediados de los sesenta del pasado siglo. Juan era un veterano de los cronistas municipales, y vivía entonces en un hermoso piso de la calle de Zurbano, junto a la sede de la Escuela Oficial de Periodismo. Nacido en 1910, cursó la carrera de Medicina, y siendo estudiante perdió la visión de un ojo. Desde un principio se decantó por el periodismo, y colaboraba asiduamente en ABC, pero su principal ocupación era en Radio Madrid, donde se encargaba de hacer una crónica diaria sobre la actualidad madrileña.
A mí me cogió cariño, y paseamos juntos por las calles del centro de la capital. En nuestro recorrido callejero comprobaba cómo era saludado por muchos paseantes. Eran los años del mandato como Alcalde de Carlos Arias Navarro, que después sería designado Ministro de la Gobernación y Presidente del Gobierno, el último de la época franquista y el primero de la nueva España democrática ya con la Monarquía de Juan Carlos I. Arias se reunía con frecuencia con los informadores municipales, y tenía como Jefe de Prensa a un gran periodista y una gran persona, que alternaba su cometido como redactor-jefe en “Arriba”, trabajando mucho y durmiendo poco. Rufo Gamazo- Yo era el recién llegado a un grupo de grandes profesionales: además de Sampelayo, trabajé con César González- Ruano, hijo del famoso periodista y escritor, aunque César firmaba sus informaciones con su segundo apellido, de Navasqués, Juan Francisco Puch en “Pueblo”, que también trabajaba en la incipiente Televisión Española, y que falleció cuando se esperaba de él un brillante porvenir. También murió muy joven Fernando Castán, hijo de Castán Palomar, que tenía una sección muy popular de entrevistas bajo el título “Que hizo usted ayer” que se hizo famoso con un cuplé del mismo título de una conocida revista musical. Fernando Castán escribía en el diario “Madrid”, y en “Informaciones” lo hacía María Luz Nachón, un asturiana gran compañera y amiga. Otra dama del grupo era Margarita Jiménez, que publicó varios libros sobre Madrid, dio clases en la Escuela de Periodismo de la Iglesia y optó al título de Cronista de la Villa pero falleció sin conseguirlo. Tampoco llegó a Cronista, pero no por falta de merecimientos Antonio Izquierdo, de “Arriba”, que además de grandes conocimientos municipales, era un experto en temas de Madrid, con una pluma admirable. Hernández Morcillo. En “Ya” se sabía al dedillo todas las ordenanzas municipales.. era un grupo de compañeros que además ejercían de amigos.
Juan Sampelayo paseaba por las Reales Academias como Pedro por su casa. Cada toma de posesión de una Real Academia era objeto de una crónica llena de conocimiento y amenidad. Entre los Cronistas de la Villa veteranos estaban Enrique de Aguinaga y Lorenzo López Sancho. Después se incorporaron otros como mi amigo de la infancia Luis Prados de la Plaza, que se encontraba entre los que acabamos los estudios de Periodismo en 1959, y, más recientemente, el navarro y entusiasta del teatro y el cine Antonio Castro.
Juan tuvo la mejor compañera de su vida en su mujer, María Teresa, modelo de elegancia y de clase. Con ella se había trasladado a Barcelona, ya enferma, donde tenía su única hija y allí la encontró la muerte. Juan volvió a Madrid, y vivió una temporada con su hermana Maruja, para pasar a una residencia de la tercera edad junto al Manzanares. Con ochenta años cumplidos, sufrió una caída de la que no pudo reponerse. Fui a verle al hospital, y le pregunté cómo se encontraba. La respuesta fue antológica:
“Ya ves, Alberto, aquí, expirando.”
Murió a los pocos días. Le recuerdo con frecuencia, y con cariño. Y pienso que, de alguna manera, los que vivimos en este mundo, estamos, a más largo o corto plazo, expirando.