Anécdotas literarias de Madrid

"El caballero audaz"

José María Carretero Novillo nació en Montilla en 1887 o en 1888 como solía corregir. Cuando apenas había cumplido doce años, por diversos azares de la vida y por causa de la filoxera que arruinó las viñas de sus padres, lo enviaron a Madrid para que pudiera reencontrarse con su hermano Manuel. Llegó a la capital con la firme idea de dedicarse al periodismo y a la literatura. Tuvo la suerte de que trabajando en “El Mundo Gráfico” ya fue capaz de publicar sus primeras entrevistas. A los 15 años empezó a colaborar en “El Globo” donde le encargaron que el último día de mayo de 1906 cubriese la boda del Rey Alfonso XIII con Victoria Eugenia, no desde los lugares principales - ya que había reporteros mucho más experimentados - si no a lo largo del camino que debía de recorrer la comitiva entre la Basílica de San Jerónimo y el Palacio Real de Madrid.

Carretero tomó al pie de la letra su encargo y recorría el trayecto que le habían encomendado de un lado para el otro. A la altura del actual número 84 de la Calle Mayor coincidió, por pura casualidad, con el momento en el anarquista Mateo Morral lanzó a la comitiva el ramo de flores que contenía aquella bomba que chocó contra un cable del tranvía y desvió su trayecto - causando 24 muertos - al paso de la carroza. Los contrayentes salieron ilesos. Fue esa la primera oportunidad que tuvo Carretero para escribir uno de los artículos más sonoros del comienzo de su carrera periodística. Poco después ya escribía en “La Esfera” que fue donde se especializó en las entrevistas a los más importantes personajes de su tiempo. Fue entonces cuando empezó a firmar con el seudónimo de “El caballero audaz”. Entrevistó a muchos de nuestros literatos: Unamuno, Pardo Bazán, Pérez Galdós, Blasco Ibáñez o Valle-Inclán entre otros.

Sus entrevistas fueron incisivas y directas, en ellas analizaba y describía los pormenores de cada uno de los personajes que entrevistaba y ponía de manifiesto las particularidades más íntimas y humanas. Casi fotografiaba a sus entrevistados, como al pequeño entorno en que vivían. Preguntaba de manera sorprendente, incluso por los defectos físicos que padecían, por intimidades, por cuitas y hasta por la muerte. También solía preguntarles si creían que era un buen negocio dedicarse a la escritura, pues tuvo una querencia especial por el dinero.

“El caballero audaz” era corpulento y muy alto de estatura: más de un metro noventa. Quienes lo conocieron dicen que nunca anotaba lo que iba preguntando a sus entrevistados, por si eso pudiera intimidarlos. Su literatura erótica, casi pornográfica, está llena de títulos sorprendentes, y fue, seguramente, la que le ofreció mejores dividendos. Algunas de aquellas novelas se titularon “La virgen desnuda”, “La venenosa”, “El pozo de las pasiones” “Una señora casada” “La deseada” “En carne viva” “De pecado en pecado” “Mi mujer es una frívola” o “Una cualquiera”. Hubo para todos los gustos. Hablé en más de una ocasión con Eugenio de Nora sobre las vicisitudes de Carretero Novillo, al que el autor de “Pueblo cautivo” había analizado en “La Novela española contemporánea” y me confesó que a veces le había parecido grosero y en otras ocasiones demasiado espectacular. Pero también me habló de lo sorprendentes que podían ser sus entrevistas a literatos, y así empecé a leerlas con verdadero interés.

“El caballero audaz” entrevistó a Pérez Galdós en “La Esfera” el 17 de enero de 1914. Fue también uno de los que el día 4 de enero de 1920 acompañaba a don Benito en su lecho de muerte hasta que expiró a las tres de la madrugada, inmediatamente después de que María Pérez Galdós - hija del autor de los “Episodios nacionales”- le acercara a los labios, con una pequeña cucharilla, unas gotas de agua…Una vez fallecido, “el caballero audaz” besó emocionado las manos del difunto y se fue - como él mismo dijo - a extender el dolor por las calles desoladas de Madrid. 

José María Carretero Novillo ha sido uno de los escritores más olvidados y ya había sido uno de los más criticados por otros autores de su tiempo. Cansinos Assens llegó a manifestar, con relativo fundamento, que Julián Fernández Piñero, quien firmaba sus crónicas con el seudónimo de Juan Ferragut, era uno de los negros que tenía.

Por lo visto, durante la Guerra del 36, lo colgaban con una soga hacia el patio de luces de la casa en que vivía para no ser descubierto por los milicianos que pasaban a buscarlo. Imagínense a un individuo de casi dos metros de altura y sumamente corpulento colgado hacia el vacío tenebroso de un pequeño patio de luces… Publicó libros en ediciones sumamente abultadas. Ya “La Esfera” había anunciado el día 26 de mayo de 1923 que con solamente cinco de sus libros ya se habían vendido dos millones de ejemplares. José María Carretero Novillo murió en 1951. Tras su muerte fue absolutamente olvidado. Hoy se encuentran sus libros en las librerías de viejo.  Yo ahora recordando a Eugenio de Nora también les sugiero que, si tienen ocasión, lean algunas de las entrevistas que “el Caballero audaz” hizo a los literatos. 

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