Cuando un experto en el arte de la papiroflexia, como lo es el abulense afincado en Madrid Ramón Jiménez Pérez, escribe novelas, lo hace con la misma precisión y destreza. De una hoja de papel puede hacer surgir figuras sorprendentes, doblándola cuidadosamente con estudiados pliegues y la magia de sus dedos. Lo mismo ha hecho con su nueva novela, Cuero ilegítimo, publicada por Esstudio Ediciones: con maestría ha ido doblando y definiendo conflictos, personajes y situaciones, esta vez con los dedos en el teclado, para entregarnos una obra literaria muy curiosa. En ella, cada giro está pensado, cada situación está conectada y medida con la misma precisión del gran origamista que es.
Ya conocía la voz literaria tan especial y única de Ramón Jiménez Pérez: una escritura sagaz, inteligente e irreverente, con ese toque de humor que lo caracteriza. Sus libros de relatos Así me pierdo en las ciudades, Al fondo a la derecha y Son las brujas las que vuelan, así como su novela El baile del emperatriz, lo confirman.
Su estilo quedó plasmado en el libro Frankfurt, territorio literario, publicado por el grupo editorial Sial Pigmalión, donde participó con su cuento “La famosa invasión de Frankfurt por los jabalíes”, llevado a la Feria del Libro de Frankfurt y ampliamente comentado.
Esta vez, con Cuero ilegítimo, nos trae una novela negra en la que es capaz de abordar un tema tan escalofriante como el asesinato y mezclarlo con humor y sarcasmo, ayudado por personajes folclóricos.

El humor en esta novela proviene del narrador omnisciente, que no es grosero, sino gracioso y hasta poético en ocasiones. Nace de un incurable optimismo vital y de esa visión entre surrealista y mordaz de la realidad.
El conflicto se desata en Benidorm (Costa Blanca alicantina) con la desaparición sucesiva de varias turistas que tienen en común ser gordas. Normalmente, la novela negra no tiene demasiada relación con el humor. Los detectives fundacionales del género —Dupin (Poe), Sherlock Holmes (Conan Doyle), Poirot (Agatha Christie), Brown (Chesterton), Spade (Hammett), Marlowe (Raymond Chandler), Archer (McDonald), Plinio (García Pavón)—, aunque suelen dejar frases célebres y tienen personalidades bien definidas, rara vez se relacionan con el humor. No es así en esta novela: el policía municipal Lito, el concejal Joan Ferrer, su ayudante Quico (a quien nadie ha visto comer) y hasta una perrita caniche nos llevan a leer con una sonrisa, incluso en medio de la tensión que generan las desapariciones. Estos personajes, junto con la lógica absurda pero bien tramada de la historia, nos invitan a sonreír en cada capítulo, relajando la tensión de la intriga gracias a un lenguaje divertido.
Se encuentran frases jocosas y de construcción curiosa en las que juega con el lenguaje. Cito una entre muchas:
“Quico, agotado por el trabajo y las emociones, se refugió en su casa entre las huertas. Acariciaba la idea de echarse una siesta (pues las ideas, al igual que las manzanas, se acarician), y nada ni nadie hubiese podido apartarlo de esa firme resolución (no recurrible en ninguna instancia, en este caso estancia).”
¿Es políticamente incorrecto llamar “gordas” a las desaparecidas?
Se abre el debate. Durante toda la novela se utilizan términos relacionados con la gordura. Algunos ejemplos:
• “…sus abundantes carnes…” (p. 13)
• “Cuando el Chele la conoció, era una inglesa maciza…” (p. 13)
• “Aquel primero de mes, sin que a simple vista se notase, la ciudad estaba engordando considerablemente.” (p. 17)
• “Sobre todo Ferrer, cuyos ojos parecían dos mariposas revoloteando sobre las muchachas en flor, en cuyas curvas más pronunciadas se demoraban.” (p. 15)
• “…por las panzudas rejas de forja negra, y que Quico regaba con cariño.” (p. 32)
Y mucho humor ante la desaparición de las gordas:
• “Ya casi nadie se atrevía a pedir pizzas o pastas por lo que engordaban.” (p. 206)
Con Cuero ilegítimo, Jiménez Pérez logra sorprendernos con situaciones inesperadas, un ritmo ágil y un gran manejo del lenguaje. Las piezas van encajando poco a poco hasta darnos un desenlace inesperado. Su capacidad para enlazar situaciones —como la suspensión de las corridas de toros, los turistas y su coqueteo con el sol que los broncea, entre otros— hace que todo cobre sentido al final, generando sorpresa en un nuevo estilo de realismo mágico.