En 1958, el escritor colombiano, Gonzalo Arango publicó en Medellín el Primer Manifiesto Nadaista.
Era un grupo de jóvenes rebeldes e iconoclastas que, influenciados por el Manifiesto Surrealista de André Bretón, en los años veinte, y el existencialismo sartreano, condenaron la violencia en el país que, como una gorgona de siete cabezas, se apoderó del campo colombiano, y se declararon vanguardistas.
Jotamario Arbeláez era un joven de pelo largo que venía de las barriadas populares de San Nicolás. Hijo de don Jesús, sastre de profesión, que había venido a la ciudad de Cali durante el proceso de la colonización antioqueña, y doña Elvia Ramos Raza, originaria de Ambato, Ecuador, se destacó desde un comienzo por su inteligencia precoz y su humor quevediano, cualidades que conserva hasta nuestros días.
En la ciudad de Cali, el barrio San Nicolás era un hervidero humano y vital lleno de gente variopinta que se jugaba cada día la vida. Allí se levantaba la majestuosa iglesia de San Nicolás; el parque donde los novios se hacían visita; la escuela, donde el aspirante a poeta realizó sus estudios primarios; el teatro San Nicolás, que fue el maravilloso refugio del niño poeta; las tipografías, los cafés, los bares, y los salones de baile. Con la explosión de Cali, que por poco acaba con San Nicolás, los Arbeláez se trasladaron al barrio Obrero, donde discurrió su adolescencia, en la vecindad de Umberto Valverde y Armando Romero.
Este es el contexto de Jotamario, plasmado magistralmente en este poema-libro, titulado, Retrato del nadaísta cachorro, que hoy publica el sello editorial Pigmalión.
Jotamario vivió su primera educación sentimental en Cali, y experimentó las pruebas de iniciación, que lo forjaron como poeta. Cuando hablo de “primera educación sentimental”, lo digo porque el poeta, en su ya larga vida (donde se incluyen varias resurrecciones), ha sostenido, y narrado con picardía, más de una educación sentimental.
El título del libro está inspirado en la literatura de formación, llamada por los alemanes bildungsroman, que inauguraron James Joyce y Dylan Thomas, en sus libros, Retrato del artista adolescente y Retrato del artista cachorro, respectivamente.
En Retrato del artista adolescente, Joyce narra la historia del niño Stephen Dedalus, cuando describe sus años de aprendizaje en Dublín, en un internado regentado por los jesuitas. Retrato del artista cachorro de Dylan Thomas es una compilación de relatos donde el narrador cuenta en tierra galesa, los primeros años del poeta, la soledad, el primer amor, y sus primeros compañeros de viaje.
En Retrato del nadaista cachorro, Jotamario recuerda las primeras preguntas que le hacía a sus padres sobre la existencia de Dios. El día que vio por primera vez en el teatro San Nicolás la película Los olvidados de Luis Buñuel. Sus primeras lecturas donde se destacaban los escritores: Víctor Hugo, Alexander Dumas, Maupassant, Nietzsche y el Marqués de Sade. Sus primeros bailoteos en el Moroco, y más tarde, en Fantasio. El sonido del tren cuando pasaba a unas pocas calles de su casa. El traqueteo de las máquinas Heidelberg (recién llegadas a la ciudad) en las imprentas y tipografías. Y sus visitas durante la adolescencia, a la casa de doña Blanca, en la zona de tolerancia.
Retrato del nadaista cachorro es una invitación para que el lector se adentre en la vida iniciática de un joven poeta, que a la postre, con sus más de veinte libros publicados, premios recibidos, más sus columnas de El Tiempo y El País, se convirtió en unos de los mejores poetas hispanoamericanos.