Alicia García Bergua (Ciudad de México, 9 de septiembre de 1954) es autora de los libros de poesía Fatigarse entre fantasmas (Ediciones Toledo, 1991), La anchura de la calle (Conaculta, col. Práctica Mortal, 1996), Una naranja en medio de la tarde (Libros del Umbral/ Pablo Boullosa, 2005); Tramas (Cálamos-INBA-Conaculta, 2007), El libro de Carlos (Ed. Juan Malasuerte, 2007), Ser y seguir siendo (editorial Textofilia 2013), Los zapatos en círculo, ( breve antología de la Universidad de Guadalajara, 2020) y Canciones en voz baja (Ediciones Bon Art/ UACM, 2021), y de los libros de ensayo Inmersiones (Dirección General de Publicaciones, UNAM, 2009) y La lucha con la zozobra. La Libertad bajo palabra en los poetas Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Jorge Cuesta y Octavio Paz (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2022).
Editora y escritora de textos en las revistas Naturaleza y¿Cómo ves? y coordinadora en el portal-taller www.cienciorama.unam.mx, de la Dirección General de Divulgación Científica de la UNAM.
¿Cómo describirías tu espíritu creador?
Mi espíritu está muy relacionado con la búsqueda de conocimiento. Me he dedicado durante mucho tiempo a la divulgación de la ciencia natural, en especial me han interesado mucho la evolución, el conocimiento cada vez mayor del cerebro y la mente humanos y en general el comportamiento animal. En mi obra, aunque no lo haga explícito, mi introspección ha sido una auto observación muy próxima a la de los científicos, como intento de ubicar mi universo interior en el universo más amplio que es la vida en general.
¿Qué mensaje esperas transmitir a través de tu palabra?
Creo que la buena poesía no transmite mensajes sino que es una transmisión de la experiencia y en esa medida el contenido es sobre todo emotivo, No entendemos nuestra experiencia sin las emociones que la acompañan, éstas son la conciencia que nos hace presentes. Gracias a ellas encontramos sentido a nuestro acontecer personal siempre en relación con la mitología y sus relatos religiosos o no –aunque no estemos conscientes de ellos– que nos hacen parte de la colectividad humana.
Lo que se transmite en los poemas es la partitura de nuestras emociones y los pensamientos que se derivan de ella. Ésta es en cada quien algo singular que se interpreta con las mismas notas que forman metáforas, figuras y analogías. Es en ese sentido que T. S. Eliot hablaba de la gran gama de emociones que transmite la poesía. Creo que en mi poesía transmito mi inteligencia emocional particular pero que está hecha básicamente de la misma sustancia.
¿Qué papel juega la emoción en tu proceso creativo?
Los poemas están hechos de emociones, son la manera singular de procesarlas en mí y creo que en los demás poetas. En esa medida se aproximan al sueño lúcido y a una búsqueda de representación. Aunque en mis poemas no hay un lenguaje metafórico y retórico excesivo, hay una continua recreación de atmósferas emocionales en torno a distintos hechos. La creación de esas atmósferas es lo que hace relevante e interesante al poema. A veces pienso que con mis poemas hago una suerte de trabajo escénico
¿Qué influencias han marcado tu trabajo?
He escrito mi obra en estrecho contacto con varios poetas de mi generación, la lectura de nuestras obras y las observaciones críticas y respetuosas me han ayudado mucho. Los poetas son Blanca Luz Pulido, Carmen Villoro, Beatriz Novaro, Carmen Leñero, Ena Lastra, Rosa Gaytán, Antonio Deltoro, Fabio Morábito, Carlos López Beltrán, Enrique González, Francisco José Cruz, Arturo Gutiérrez Plaza y Eduardo Hurtado. La visión crítica de narradores como mi hermana Ana García Bergua y Alfredo Nuñez Lanz ha contribuido mucho también a lo que escribo .
Por otra parte hay poetas a quienes he leído a fondo, sobre quienes he escrito ensayos y que han sido decisivos para mí: Tomás Segovia, Francisco Segovia, David Huerta, Octavio Paz, Eliseo Diego, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Gilberto Owen y Jomi García Ascot. Repito aquí a Fabio Morábito, Antonio Deltoro y Francisco José Cruz.
¿Cuáles son los temas centrales de tu obra y cómo surgieron como ejes de tu escritura?
En mi obra hablo sobre todo de la ciudad, del exilio, de la familia, de las muertes, de los muertos, del duelo, del amor y la amistad. Los temas fueron surgiendo naturalmente a partir del suicidio de mi hermano Jordi García Bergua en 1979, quien también, pese a su juventud, era escritor. El duelo me fue guiando en una búsqueda que se fue ramificando y cobrando diferentes vertientes. En vez de buscar un camino terapéutico y explicable racionalmente, me dejé llevar por el torrente de emociones que han ido surgiendo a lo largo del tiempo a partir de ese hecho. En realidad muchas obras están hechas de duelos diferentes y la mía no es una excepción, además de que con los años los duelos se han ido multiplicando, por ejemplo, el de la muerte de mi esposo, Carlos García Tort también escritor y editor, en 2007, y las muertes de mis padres.
¿Qué lugar ocupa el tiempo, la muerte o el amor en tu escritura? ¿Son conceptos que trabajas de manera recurrente?
Creo que están siempre presentes en mi escritura pero no de una manera deliberada. De hecho no escribo con el empeño de desarrollar ciertos temas, éstos se me han ido apareciendo al paso de los años y de la escritura, que en realidad es una continua autorreflexión, un intento perpetuo de observarme viendo lo que veo, siendo como soy sin estar muy consciente.
¿Cómo equilibras lo personal y lo universal en tus textos? ¿Buscas hablar desde ti para todos, o es más un diálogo íntimo?
Mis poemas están hechos desde mi fuero interno, aunque siempre tengo presentes mis lecturas porque sin ellas, como escritora que soy, no podría llevar eso íntimo a un espacio universal y comunicable. Lo que me sorprende a la hora de escribir y de leer a otros es precisamente este salto del fuero interno a esa conciencia colectiva que nos une y forma la literatura. Hay muchos escritores que juegan con este salto, he pensado en Borges y en Fabio Morábito, y que lo hacen claro y divertido. Pero para ello se necesita una flexibilidad escritural para poder saltar de la que yo carezco. Siempre me he sentido demasiado arraigada a mi circunstancia y con una necesidad enorme de siempre hacer pie y tocar fondo.