El “Libro de Buen Amor”, escrito por Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, es una de las obras más fascinantes de la literatura medieval española. Incluida en la corriente del mester de clerecía, esta obra se sitúa en el siglo XIV, una época marcada por la rigidez de las estructuras sociales y morales, y por un férreo control sobre el discurso público. El “Libro de Buen Amor” es, en muchos aspectos, un compendio de subgéneros literarios: incluye versos, relatos, fábulas, diálogos filosóficos, e incluso aventuras sexuales que, para muchos, habrían resultado escandalosas en un contexto eclesiástico.
Sin embargo, más allá de su aparente desorden, el “Libro de Buen Amor” es una obra profundamente subversiva, y como tal, debió sortear la censura de la época. Durante el siglo XIV, los textos eran cuidadosamente controlados por la Iglesia y las autoridades civiles. La censura medieval no solo estaba presente en los libros impresos (aunque en esa época los libros se copiaban a mano, los libros religiosos y educativos ya eran supervisados), sino que las autoridades vigilaban cualquier texto que pudiera ser percibido como inmoral o transgresor. La Iglesia tenía la capacidad de prohibir libros que consideraba peligrosos, y las críticas a las costumbres o a las enseñanzas religiosas podían ser severamente castigadas.
Es por esto que el Arcipreste de Hita, consciente de que su obra podría causar escándalo, decidió utilizar un truco literario para sortear la censura: el "si el lector es sabio, encontrará enseñanza; si no, tentación". En el prólogo de la obra, el autor se presenta como un narrador humilde que advierte a los lectores de que las historias contenidas en el libro pueden ser interpretadas de dos maneras. Si el lector es sabio y entendido, verá en las peripecias amorosas una advertencia moral sobre los peligros del loco amor; si el lector es más ingenuo o impetuoso, se dejará llevar por el atractivo de los relatos sensuales sin captar la enseñanza subyacente. De esta manera, el Arcipreste no solo se lava las manos ante cualquier posible acusación, sino que hace una especie de blindaje moral alrededor de su obra, que le permite justificar lo aparentemente inmoral.
Esta estrategia de "moralizar lo escandaloso" no es única del Arcipreste de Hita. A lo largo de la Edad Media y el Renacimiento, autores como Boccaccio en su “Decamerón” o Rojas en “La Celestina” también emplearon tácticas similares. Boccaccio, en su obra, justifica sus cuentos eróticos como un medio para "consolar el alma de las damas" y salvarlas del sufrimiento amoroso, mientras que en “La Celestina”, Fernando de Rojas presenta las trágicas consecuencias del amor y la pasión desmedida como una lección moral. Incluso Cervantes, en “Don Quijote”, juega con la idea de que su obra tiene una finalidad educativa, pero lo hace con tanta ironía que desarma cualquier posible crítica.
El “Libro de Buen Amor”, por lo tanto, destaca no solo por su gran valor literario, sino también por su astuta maniobra de supervivencia literaria en tiempos de censura. En sus palabras, "quien sabe leer y entender, hallará sabiduría; quien no sabe, hallará pecado". Escritores como el Arcipreste de Hita sabían cómo jugar con los límites y crear una obra rica en significados y matices, capaz de provocar tanto la admiración como la controversia, y aún hoy sigue desafiando a sus lectores a interpretar más allá de lo evidente.