Madrid en el apagón eléctrico: impacto en sectores clave y notas para el futuro

El gran apagón eléctrico del 28 de abril no solo dejó sin luz a Madrid durante horas: paralizó su tejido económico, sanitario y social. Mercamadrid, hospitales, transportes, comercios y espacios de ocio vivieron una jornada crítica que expuso la fragilidad de una ciudad cada vez más dependiente de sistemas digitales y automatizados.

Delfines del Zoo de Madrid
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Este reportaje analiza con profundidad el impacto real de la crisis y qué preguntas deja abiertas sobre la preparación institucional ante emergencias de este calibre.

El 28 de abril de 2025, un apagón eléctrico sin precedentes dejó a Madrid y gran parte de España a oscuras durante horas. Pero más allá de la falta de suministro eléctrico, el colapso sacó a la luz la fragilidad de muchos de los sectores que vertebran la vida diaria de una ciudad como Madrid: desde la distribución alimentaria hasta el transporte, pasando por la sanidad, las telecomunicaciones o los espacios de ocio. Este reportaje analiza con mayor profundidad las consecuencias reales del apagón, cómo se vivió en algunos de los puntos críticos de la ciudad y qué lecciones deja para el futuro.

Mercamadrid: distribución alimentaria al borde del colapso

Mercamadrid, el mayor mercado mayorista de alimentos frescos del sur de Europa, registró una parálisis inmediata de sus operaciones. Las cámaras frigoríficas dejaron de funcionar, el transporte logístico se ralentizó y muchas transacciones no pudieron completarse por la caída de los sistemas informáticos y de pago. En un centro que opera a contrarreloj, la interrupción de varias horas se tradujo en toneladas de género en riesgo de deterioro, pérdidas millonarias y una demostración clara de cómo un fallo eléctrico puede poner en jaque la cadena alimentaria de toda una región.

Hospitales: generadores, tensión y planes de contingencia al límite

El Gregorio Marañón, La Paz, el Hospital 12 de Octubre y otros grandes centros hospitalarios activaron sus planes de emergencia. Los quirófanos se alimentaron de generadores diésel, las UCI se mantuvieron con baterías auxiliares y muchos servicios no urgentes se cancelaron. En el Zendal, según informaciones filtradas por el personal, hubo zonas que quedaron completamente a oscuras durante varios minutos. Aunque no se han reportado incidentes graves, los profesionales sanitarios coinciden en que no todos los hospitales de la Comunidad cuentan con medios suficientes para aguantar más de unas horas sin red eléctrica. La crisis evidenció una carencia estructural de autonomía y una necesidad urgente de modernizar los protocolos.

Transporte público y movilidad: una ciudad detenida

El apagón dejó en suspensión toda la red de Metro de Madrid y afectó de forma desigual a Cercanías y autobuses EMT. Los semáforos dejaron de funcionar en más de 250 cruces clave, provocando embotellamientos y situaciones de riesgo. Madrid se convirtió en una ciudad detenida, donde miles de personas se vieron obligadas a desplazarse a pie o permanecer en sus puestos de trabajo a la espera de transporte. La falta de un sistema de aviso alternativo dejó a muchos usuarios sin información clara sobre qué hacer.

Espacios de ocio: evacuaciones y visitantes atrapados

El Teleférico de Madrid detuvo su funcionamiento con personas a bordo. Según fuentes del parque, se activaron los protocolos de rescate manual, que implican un descenso lento y asistido por el personal de mantenimiento. En el Zoo Aquarium, también afectado, las instalaciones dependientes de sistemas eléctricos para la climatización y los recintos de animales fueron monitorizadas manualmente. Aunque no hubo incidentes graves, la falta de comunicación provocó angustia entre los visitantes, muchos de ellos niños y familias, lo que plantea la necesidad de reforzar los sistemas de emergencia en instalaciones de ocio.

Comercio y medios de pago: el día que solo funcionó el efectivo

Supermercados, farmacias y pequeños comercios tuvieron que cerrar o trabajar a medio gas. Los sistemas de datáfonos dejaron de funcionar y solo quienes tenían efectivo pudieron completar sus compras. Grandes cadenas como Carrefour o El Corte Inglés activaron procedimientos de cierre parcial y evacuación. En barrios enteros, los vecinos se agruparon en panaderías y colmados que, gracias a baterías o cajas registradoras manuales, podían seguir vendiendo. Esta situación reabrió el debate sobre la eliminación del efectivo y la fragilidad de un sistema de pagos completamente digital.

Telecomunicaciones y medios: silencio e incertidumbre

El apagón afectó también a las redes de comunicación. Aunque los operadores movilizaron sistemas de baterías, muchas antenas se quedaron sin señal tras las primeras horas. Usuarios de móvil e internet reportaron interrupciones de cobertura en numerosos barrios. Los medios de comunicación, tanto radiales como digitales, tardaron en informar, generando un vacío informativo en un momento crítico. El Ayuntamiento activó tarde su sistema de alertas, lo que impidió una respuesta coordinada en muchos casos.

Comparativa histórica: el peor apagón de las últimas décadas

Madrid ha vivido apagones puntuales en los últimos años, como los cortes sectorizados tras Filomena en 2021 o incidencias localizadas en barrios concretos. Pero el apagón del 28 de abril ha sido distinto: simultáneo, total y con afectación crítica en todos los sectores. Nunca antes se había vivido un colapso tan profundo, lo que lo convierte en un hito de referencia para la gestión de futuras emergencias.

Una ciudad que necesita más que electricidad

El apagón del 28 de abril ha dejado una huella en la capital. No solo por la oscuridad física, sino por lo que ha revelado: nuestra dependencia absoluta de sistemas eléctricos, digitales y automatizados. Madrid necesita revisar sus protocolos de emergencia, invertir en sistemas de respaldo descentralizados y recuperar cierta autonomía tecnológica y funcional. La capital del siglo XXI no puede depender de un solo enchufe.