Todo proyecto político que tenga afán de perdurabilidad, condición necesaria para llevar a cabo cualquier proceso transformador de la sociedad, necesita controlar el poder judicial. Stalin es el referente histórico, si murió en la cama conservando el poder, fue gracias al fiscal general Vichinsky que se encargó de eliminar a sus rivales políticos durante los procesos de los años 30. Este modelo se ha reproducido con variaciones, no solo en las dictaduras sino en las supuestas democracias. Lo vivimos con Franco y ahora lo replican desde Maduro a Sánchez, pasando por Trump y Putin; nada nuevo bajo el sol. Otra cosa es que el intento de controlar el poder jurídico sea efectivo en países como Estados Unidos o en España, en el momento actual resulta muy difícil conseguirlo.
Tampoco es ninguna novedad que estos mismos políticos aprovechen su perdurabilidad en el poder, para aupar a su familia a situaciones de privilegio. De nuevo, los esfuerzos de nuestro presidente para revestir de dignidad a su esposa y a su hermano, no deberían escandalizarnos. La ambición política es legítima, nótese que el intento de controlar el poder judicial o aupar a la familia, están exentos de interés económico.
Otra cosa son los vividores que rodean al gran hombre, como fueron los amigos de Maradona, o los tres artistas del Peugeot. Sus bastardos intereses, muy lejos de la alta política, se resumen en dinero fácil y prostitutas. El problema es que con frecuencia arrastran al gran hombre al basurero de la historia, una historia que es cíclica, todo lo que ocurre pareciera que lo hemos vivido antes.